No habrá paz

Vox, que hace nada estaba en el desierto, se encuentra ahora en un estrecho entre su Escila y su Caribdis

Ha dimitido el cabeza de lista de Vox por Albacete, Fernando Paz. Es una dimisión oportuna y preocupante.

Sus juicios de historiador sobre el holocausto podían entenderse no como negacionistas, pero sí como contextualizadores. Alguna foto dando una conferencia con las banderas de un local de extrema derecha no ayudaba. Para Vox esto era especialmente dañino. Cierto que en la banda izquierda se hacen fotos con terroristas, llevan asesinos en camisetas ostentosas, apoyan dictaduras actuales y enarbolan banderas con millones de muertos detrás. Pero que la derecha no pueda hacer ni la sexta parte de eso no es una limitación de la derecha, sino una suerte y un timbre de honor. La línea que separa el pensamiento conservador de los nacionalsocialismos es tajante, tanto como que la segunda guerra mundial se la ganaron los conservadores a los nazis. La diferencia es ontológica y no de grado. T. S. Eliot lo explicó en sus ensayos. El valor de Vox depende de que represente el pensamiento de derechas sin tintes totalitarios. Aunque los argumentos de Fernando Paz (analizados por Hughes con seriedad y urgencia en ABC) estén dentro de lo admisible en el debate especializado, como candidato ponía en riesgo esa imprescindible percepción de Vox. Su dimisión ha sido oportuna.

También muy preocupante. En cuanto se produjo, pasó a primer plano de casi todos los medios que la causa había sido su homofobia. No parece un movimiento casual o inocente. Esa supuesta homofobia semi-sobrevenida se basa apenas en una confesión personal sobre su opción educativa de un hipotético hijo y otra sobre la adopción de niños, sin desprecio a nadie ni sugerencia alguna de limitación de libertades públicas o privadas. Algunas celebraciones suenan, por tanto, como una restricción del derecho a los padres a educar a sus hijos y como una tácita domesticación del mensaje de Vox contra la ideología de género.

Aquí la formación de Abascal ha de andarse con tiento, porque, igual que no puede permitir que ni por asociación de ideas confundan su liberal-conservadurismo sin complejos con la extrema derecha, tampoco que lo diluyan en las aguas de lo políticamente correcto. Vox tiene y tendrá cada vez más que defender con uñas y dientes su espacio -que tan buenos resultados le ha dado- entre la Escila de la provocación innecesaria y la Caribdis de escurrir el bulto de la guerra cultural y la batalla de las ideas.

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