Efecto Moleskine

ana Sofía / pérez / bustamante

La muralla y los libros

LA muralla y los libros" (1950) es un ensayo donde Borges intenta explicar el hecho estético a partir de un ejemplo: la doble desmesura de Shih Huang Ti, fundador del imperio chino, que por una parte mandó erigir la muralla con la que aislarse espacialmente del enemigo bárbaro, y por otra mandó quemar todos los libros anteriores a él, con lo que de alguna manera se aislaba de la historia buscando la inmutabilidad de su propia esencia. "La música -concluye Borges-, los estados de la felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético". Propuse a mis alumnos una reflexión sobre este ensayo: que buscaran una imagen que les resultase estética y que efectuaran un pequeño comentario personal. El resultado ha sido un tanto desconcertante porque bastantes de ellos, particularmente los españoles, tienden a derivar hacia el sermoncillo didáctico que simplifica y destruye el efecto estético despojándolo de sinceridad, de emoción numinosa, de rigor intelectual. Curioso contraste es este: en un tiempo y un espacio con tanto golfo y tanta tolerancia a la desvergüenza, el efecto estético en una carrera de letras se circunscribe a un simulacro académico de moral, algo tan inquietante como esa sombra que llamamos fundamentalismo, y que sólo reconocemos cuando la proyecta otro cuerpo. Busco nuevas maneras de proponer una reflexión sobre el hecho estético y se me ofrece el final de la novela El jilguero (premio Pulitzer 2014) de Donna Tartt: una meditación sobre la belleza como algo que "altera la textura de la realidad", que puede devorar al individuo y que tiene una condición paradójica: "No se trata de apariencias externas sino de significado interior. Una grandeza en el mundo pero no del mundo, una grandeza que el mundo no entiende. Ese primer destello de pura otredad en cuya presencia floreces una y otra vez. Un yo que no quieres. Unos sentimientos que no puedes evitar". Se me ocurre que hemos tendido a prescindir en la educación del factor tiempo. Y no se puede prescindir del tiempo salvo que la educación no sea más que un simulacro académico para dirigir a las masas ocultando en sus falsas luces la sombra del fundamentalismo.

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