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Puente de Ureña

Rafael / Duarte

Las muertes de los Garcilasos

Estoy leyendo, es verano todavía, algo que, por lo menos, entretenga, que ya es decir, con los libros que, editados, y mal escritos, cansan y agotan mi vista. Estoy leyendo sobre los mitos mágicos y superstición en los reinos cristianos. Y encuentro en un artículo sobre brujería y supersticiones donde aparece Garcilaso de la Vega, y pone "el escritor" confiaba mucho en los agüeros. Este Garcilaso de la Vega vio anunciada su muerte en los vaticinios que acaecería durante un viaje, él aceptó esa muerte que, según él, acaecería en lid contra el infante don Juan Manuel, sublevado contra Alfonso X, y erró porque lo mataron en Soria, mientras oía misa, en la iglesia de San Francisco. Lo asesinaron a virotazos, y luego lo despedazaron. Ay, España.

El siguiente Garcilaso de la Vega, el joven, que tampoco fue escritor, pero también agorerista, murió violentamente por orden del Rey Pedro I según crónica, entonces corónica, por anaptixis o epéntesis o svarabhakti que así se denomina al incremento vocálico átono de una palabra.

"E estonces mandó el rey a Vasco de Portugal e a Alvar González Morán...que dijesen a los ballesteros que tenían preso a Garci Laso que lo matasen... E estonces entró el ballestero e diole con una porra en la cabeza, e Juan Fernández Chamorro diole con una broncha e le firieron de muchas heridas fasta que murió. E mandó el rey que le echasen en la calle, e así se hizo".

También expuesto y troceado públicamente. Y llegamos a Garcilaso de la Vega, el mejor endecasilabista universal, el adaptador del soneto al castellano y defensor de Erasmo, de ahí elogio que Juan de Valdés, conocido propagador erasmista, hace de él en Diálogo de la Lengua.

Garcilaso murió violentamente. En el asalto a la fortaleza de Muy, en Frejus, la Provenza, fue herido por una piedra en la cabeza y expiró en Niza, en los brazos del que sería San Francisco de Borja.

El único que no murió de forma violenta fue Garcilaso de la Vega el Inca, que también fue escritor, y que murió en 1.616, al igual que Cervantes.

Escribir es ponerse delante de la muerte, sacar el alma hacia delante, o ser dueño de millones de células, a las que se le niega el alma una vez más.

De tal guisa murió, también, Jorge Manrique, de una pedrada en la cabeza frente al Castillo de Garci Muñoz y de un virotazo de ballesta, en la calle Mayor de Madrid, murió el Conde de Villamediana, según cuenta Góngora por enamorar y pretender a Isabel de Borbón.

Entonces La Isla era un carenero y cuatro barcos. Ese Logar de la Puente pobre y remendón de jarcias y mástiles. Y nadie supo nada de los garcilacistas de entonces, sino de las supersticiones del momento: no pasar bajo una escalera, derramar sal o vino, el gato negro demoniaco, tocar madera y persignarse en el bostezo…

Los gafes, cuando son escritores, son más gafes. Sobre todo cuando no se llevan bien,

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