El final de la Semana Santa

18 de abril 2025 - 03:05

La Pasión de Cristo en la cruz alcanza su culminación el Viernes Santo. Es el día en que muere. Es el día en que se origina un vacío. Y es cierto que nada tendría sentido sin la Resurrección para la fe de los cristianos. Pero a la Resurrección no se puede llegar sin la Muerte. En Cádiz se conmemoró con una especial solemnidad desde siglos pasados. No es casualidad que la mejor obra de música sacra de Cádiz sea Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz, compuesta por Haydn para el oratorio de la Santa Cueva. Y tampoco es casualidad que la imagen de más valía artística de la Semana Santa gaditana sea el Cristo de la Buena Muerte.

En el oratorio de la Santa Cueva y en el convento de San Agustín está el recuerdo del Cádiz del esplendor, que contó con medios económicos para encargar obras de arte de nivel top que forman parte de la historia de la música y de la escultura. En el oratorio de la Santa Cueva está el origen de la pieza musical de Haydn y también del sermón de las Siete Palabras con el antiguo Calvario, otra pieza artística excepcional. Era la música, la meditación y el arte, al servicio de la fe y de las creencias.

El Cristo de los agustinos se ejecuta en 1648 cuando la orden se asienta en Cádiz y se ubica en lo que se podría considerar el cogollo de la burguesía comercial de la ciudad. El Cristo de la Buena Muerte, con el tiempo, recibirá culto en una cofradía fundada a finales del siglo XIX por Cayetano del Toro y otros notables de la ciudad. Supo mantener esa distinción, que no es clasista, sino de altura de miras. El Cristo de la Buena Muerte es la referencia religiosa para las clases altas, pero también para todos los gaditanos con sensibilidad y devoción. En el Cádiz de Pemán se acrecienta su leyenda.

Pero el final de la Semana Santa gaditana tiene otra joya itinerante con el Santo Entierro, que sale en la tarde del Sábado Santo. Desde el viejo barrio del Pópulo, que fue el núcleo original del Cádiz cristiano, sale el Cristo cobijado en una urna de plata que es una joya de la orfebrería española. Realizada por Manuel Ramírez en 1865 con diseño de Diego María del Valle, es la gloria del gremio de los plateros de Cádiz del siglo XIX. El Santo Entierro fue siempre la cofradía de la oficialidad: de la Casa Real y de los ayuntamientos. El entierro de Cristo se debía conmemorar con la máxima solemnidad y el boato de las autoridades.

Al final de la Semana Santa, como en las bodas de Caná, se sirve lo mejor que permanecía guardado. Es un tesoro que se cierra en Cádiz todos los años, cuando se apaga el último cirio de la Semana Santa.

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