Salvador Hernández / Director Del Instituto / Drago (Cádiz)

Sobre el editorial 'Problemas en los institutos'

Tribuna libre

16 de julio 2014 - 01:00

El artículo editorial publicado el pasado día 5 de julio por el Diario de Cádiz y otros medios del grupo Joly acerca de los resultados de Selectividad en toda Andalucía, ofrece, más que un análisis riguroso y objetivo de la situación, conclusiones precipitadas y claramente sesgadas en favor de los centros privados de enseñanza, pero sobre todo orientadas a desacreditar a los centros públicos.

Para empezar, el autor se refiere a un "ranking" de centros de enseñanza secundaria por nota de Selectividad que desconocemos. Por más que he intentado localizarlo, acudiendo a los datos de la Universidad de Cádiz, o a los ofrecidos en su rueda de prensa por la Vicerrectora de alumnado, Concepción Valero, no lo he conseguido. (No sabemos si el editorialista tiene acceso a información privilegiada, a la que no accedemos los directores de los centros de enseñanza.)

Basándose en este supuesto "ranking", el resto del artículo es una apocalíptica descripción del estado de la enseñanza en los institutos públicos y de sus profesores, sumidos al parecer en la impotencia y en la mediocridad, al haber desaparecido la figura del catedrático de enseñanza media que daba prestigio a las aulas. Hay que aclarar que siguen existiendo catedráticos en los institutos, evidentemente no los que se citan en el artículo. Habría que preguntarse, no obstante, qué catedráticos son los que cumplen este papel en los centros privados-concertados, en los que tal figura nunca ha existido, ni siquiera existe el acceso por oposición del profesorado.

Afortunadamente, la realidad es muy diferente a la que refleja, con una evidente falta de rigor, este artículo: es la realidad de unos centros de enseñanza públicos que, acogiendo a una población estudiantil mucho más amplia y diversa que los privados-concertados, menos seleccionada económicamente, los prepara para un futuro universitario y para otras salidas académicas y profesionales. Con unos resultados en Selectividad que año tras año son altamente satisfactorios (aunque no pagamos costosos anuncios en prensa para publicitarlo). Y con una inmensa mayoría de profesionales nada impotentes y volcados en su trabajo, que se ganan el respeto de los alumnos día a día, con una dedicación a prueba de recortes presupuestarios y aumento de horas lectivas.

Convendría manejar, para intentar ser rigurosos en este terreno, otros indicadores tanto o más significativos que las notas de Selectividad. No es necesario referirse a supuestos "inflados de nota", sobre los que carecemos de datos objetivos, aunque no de indicios que tal vez una evaluación externa y objetiva debería aclarar. Por ejemplo: que en la Convocatoria Nacional de Premios extraordinarios de Bachillerato correspondiente al curso 2012-13, 14 de los 15 centros con alumnos premiados son institutos públicos; en Andalucía, los cinco premios han correspondido a centros públicos (BOE, Resolución de 25 de marzo de 2014). O que en la convocatoria andaluza del mismo premio correspondiente al presente curso, cuya lista provisional de calificaciones acaba de ser enviada a los centros escolares, de los once alumnos que han obtenido la máxima puntuación, cinco pertenecen a centros públicos, y la máxima puntuación la ha obtenido un alumno de esta misma red pública (precisamente, del IES Drago).

Para confirmar el carácter elitista y minoritario de la educación en este país hasta épocas muy recientes, recordemos los datos que ofrecía el Libro Blanco previo a la Ley General de Educación de Villar Palasí elaborado en 1969: De cada 100 alumnos que iniciaron la enseñanza primaria en 1951, llegaron a ingresar 27 en enseñanza media; aprobaron la reválida de bachillerato elemental 18 y 10 el bachillerato superior; aprobaron el preuniversitario 5 y culminaron estudios universitarios 3 alumnos en 1967. Los datos son tan demoledores que no necesitan comentario.

Si hiciéramos hoy este desglose sería muy diferente afortunadamente, y podemos decir que la escuela pública, y los institutos en primera línea, han conseguido que muchos de nuestros jóvenes puedan acceder a los estudios medios y superiores que anteriormente les estaban vetados. ¿Y por qué digo la escuela pública? Pensemos que la escuela privada siguió atendiendo, grosso modo, a un segmento de la población semejante al que ya venía educando.

Es un error confrontar centros públicos y privados por las notas de selectividad o por otros indicadores. Y es doble error hacerlo para describir a los institutos de acuerdo con unos tópicos que solo reflejan un profundo desconocimiento de su realidad por parte de quien los difunde. Plantear hoy día que la calidad de un sistema educativo se sustente en la individualidad de figuras de prestigio, como hace décadas, no tiene sentido en la escuela actual, que no puede vivir de la nostalgia de otros tiempos, sino que ha de adecuarse, pedagógica y organizativamente, a una nueva realidad en la que junto al éxito académico debe garantizarse la equidad y la igualdad de oportunidades.

Efectivamente, como termina diciendo el artículo, "exigencia y reconocimiento del mérito no están reñidos con la igualdad". No podemos estar más de acuerdo: este principio sigue siendo la base irrenunciable de la educación pública, a pesar de la ola de recortes en personal y en recursos que desde hace unos años le viene afectando. Por esto hablar de "progresivo deterioro" de la enseñanza pública utilizando sesgadamente los resultados anuales de la Selectividad nos parece una tendenciosa tergiversación.

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