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Rafael / Sánchez Saus

El caso Pimentel

17 de septiembre 2015 - 01:00

MUCHOS se han relamido de gusto al saber que Manuel Pimentel, ministro de Aznar se nos recalca, ha sido imputado en la macrocausa de los ERE. Por fin se abate una pieza que permite alimentar la especie de que la corrupción de grandes quilates en Andalucía no es un fenómeno estrictamente socialista, sino algo así como un virus que impregna a buena parte del cuerpo social, sin importar ideología ni partidos. Un ex ministro, y de Aznar no se nos olvide, es desde luego una pieza mayor, un trofeo de muchas puntas, un pedazo de alfombra bajo el que esconder, de momento, a los otro veinticinco imputados que han acompañado a Pimentel y entre los que están los de siempre: altos cargos socialistas aupados a niveles de mando en la Junta, desde donde dispusieron a su antojo de millones y millones de euros para sostener la trama de voluntades y estómagos agradecidos que hasta hoy mismo soporta el inmenso tinglado socialista andaluz.

Manuel Pimentel fue ministro de Trabajo, con Aznar repetimos, hasta el año 2000. Su salida del Gabinete y del PP no fue precisamente airosa, incluso podría hablarse de una auténtica espantada, pero eso fue precisamente lo que aquí le otorgó un plus de simpatía y credibilidad en los nutridos y tentaculares núcleos mediáticos, académicos y empresariales que dependen de la Junta y del PSOE. En 2005, fecha en que se producen los hechos por los que ahora se le imputa, el ex ministro -de Aznar, por supuesto- gozaba a pleno pulmón de esa ambigua pero privilegiada posición que le permitía aparecer como todo un ministro (de Aznar, ¿lo sabían?) y, al mismo tiempo, mantener las mejores relaciones con el entramado político andaluz. Para entonces era un curtido hombre de negocios. Lo demás compete ya a la fiscalía Anticorrupción.

Graficromo se llamaba la empresa cordobesa de artes gráficas fundada en 1966 que en 2005, quebrada y con su ERE bajo el brazo, fue vendida a Taller de Libros, propiedad de Pimentel (el que fuera ministro de Aznar, ya saben…). Si Graficromo nos suena a desarrollismo franquista, a polígono industrial, a cutre folleto comercial, Taller de Libros nos evoca la sociedad de la innovación y del conocimiento, honrada artesanía intelectual, la nueva economía de la Andalucía imparable. Vamos, como comparar a Pepe Solís con Manolo Pimentel. Sí, sí, el de Aznar, ese. ¿Imputado por corrupto? De momento, por cursi.

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