Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
CUENTA la mitología que Faetón -o Phaetón- era hijo de la ninfa Calímene y de Febo-Apolo, el dios solar que cada día conduce su carro a través del cielo aportando luz, vida y fecundidad a Gea, la tierra.
Su origen divino ensoberbeció a Faetón desde la infancia, y alardeaba ante sus compañeros de la importancia de su padre solar. Tanto insistía en su superioridad que finalmente le exigieron prueba de cuanto decía, y él se comprometió a gobernar el carro solar por delegación de su padre. Para ello se presentó ante Febo-Apolo y le conminó a demostrarle su afecto, y el padre le prometió concederle cualquier petición que le hiciera. Aprovechó Faetón para pedirle conducir el carro solar, ante semejante barbaridad el padre se arrepintió de su ligereza en el compromiso y quiso convencerle de que renunciara, haciéndole ver su inexperiencia, la dificultad de dominar el tiro de caballos que respiraban fuego y las terribles consecuencias que un gobierno errático del curso solar causaría a la tierra… pero Faetón exigió el cumplimiento.
A la mañana, los palafrenes prepararon el carro, Febo-Apolo instruyó rápidamente a Faetón sobre la trayectoria a seguir y las órdenes que los corceles obedecían, y el carro partió. El auriga, envanecido, quiso demostrar al mundo que era incluso más capaz que su padre y se lanzó a una carrera desenfrenada hacia el cenit que amedrentó a las estrellas, quienes corrieron a ocultarse ante el riesgo de ser abrasadas por el aliento de fuego, hasta que el carro de plata de la luna se interpuso y obligó al carro solar a modificar el rumbo.
Los caballos desbocados se dirigieron ahora hacia la tierra, acercándose tanto que la abrasaron, evaporando mares y ríos, creando el desierto y quemando la piel de los hombres… Así de sur a norte, del cielo a la tierra, Faetón sembró la destrucción por su vanidad de no seguir el camino y las instrucciones marcadas por quien sí sabía conducir el carro solar.
Ante el riesgo de la destrucción total, los dioses se reunieron en consejo y acordaron que la única solución posible era descabalgar al insensato conductor, que en su soberbia no atendía las llamadas al orden. Júpiter, desde lo alto del Olimpo, lanzó finalmente un rayo que acertó a Faetón derribándolo del carro, y Febo-Apolo saltó al pescante para tomar de nuevo control y salvar a Gea de la destrucción total.
Mediante el mito narrado, los griegos nos informan de las nefastas consecuencias de permitir a soberbios, incompetentes, vanos e insensatos el gobierno de las cosas importantes. Porque su rumbo será caprichoso, su conducción errática, sus criterios improvisados, sus reacciones atrabiliarias, sus decisiones vacuas, sus razones insensatas, sus rectificaciones inanes, su destino el abismo.
Pero no aprendemos.
Y así nos va, seguimos esperando que Júpiter lance un rayo desde el Olimpo y fulmine al insensato, sin tomar nuestro destino en las manos e imponer la fuerza democrática de la razón y la necesidad.
No hay honradez en el partido gobernante para forzar una dimisión, que ya llega tarde por pronta que sea.
No hay valentía en la oposición para arrostrar el riesgo de perder en una moción de censura, ni para ceder el protagonismo a un tapado que concite más voluntades y capacidad de cohesión.
No hay vergüenza entre los partidos minoritarios para apoyar lo necesario, sí y sólo interés particular para venderse como siempre.
No hay sentido de estado en el común de los políticos para plantear un gobierno de concentración que prescinda de la lumbreras actuales, ralea inútil y costosa, epítomes de la inconsistencia y la incompetencia, y haciendo limpieza de emboscados y designados a dedo, suprima los sueldos triples y cuádruples de los paniaguados, tome inmediatamente las medidas económicas imprescindibles para al menos parar la sangría del prestigio exterior dilapidado y prepare unas elecciones.
Y aunque los hubiera en los políticos, me temo que tampoco los hay en parte sustancial de la población, los que han vivido y viven del clientelismo, de la subvención, del per, el paro y la chapuza compatible, tampoco en los progres de la zeja y la sicav, ni en los que retiran sus capitales a lugares más confortables, cuando más falta hacen aquí para que se puedan solucionar los errores de Zphaetón, el converso ahorrador que reduce hasta la duración de las semanas, pues ahora son "breves".
¿Hay alguien ahí?
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