YA sé que seguramente la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos no cambiará en casi nada nuestras vidas, pero a lo mejor ayuda en algo. De entrada, la estética (eso que los sabios griegos insistían en poner a la misma altura que la ética) saldrá ganando en el mundo con la desaparición de un mandatario que se empeñaba cada día en denigrar el noble y necesario oficio de payaso. Y no es asunto menor que afecta a todos cómo aborda la todavía primera potencia mundial tragedias como la pandemia del coronavirus y el cambio climático. Por no hablar de los aranceles a productos nacionales que tanto hacen sufrir a empresarios y agricultores.

Díganme si no combatía contra la escasa belleza del panorama planetario la mera existencia de un presidente que presumía de agarrar a las mujeres por los genitales, o de ser un superman que había vencido al covid19, o de poder matar a un hombre en la Quinta Avenida de Nueva York sin que se resintieran sus apoyos electorales.

Aclaren los sociólogos cómo tantos millones de votantes, de todas las clases sociales, se pueden poner de acuerdo para dar su confianza a alguien que dice estar contra los poderes establecidos sin que se le arrugue la expresión al declararse revolucionario popular, hijo como es de millonario y millonario él mismo, es decir formando parte del 'establishment' .

Lo esperanzador es que muchos más millones se han movilizado para desahuciarlo de una Casa Blanca que estaba cogiendo un color preocupante. En un país dividido por la exaltación de valores atentatorios contra la razón, una mayoría se ha movilizado, quiero creer que por la paz. Porque Trump representa todo lo contrario.

Permítanme entonces que proclame que el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos es al menos una de las escasas buenas noticias dentro de un año de miserias. Y que me reconforta que tanta gente en todo el mundo lo haya considerado así. Y que, puestos a pedir a unos Reyes Magos capaces de saltarse el confinamiento, que a esta buena nueva siga un rosario dichoso que encadene en su caída a Bolsonaro, Maduro, Putin, Erdogan… personajes todopoderosos y creídos de una unción casi divina en cuyas peligrosas manos está buena parte del mundo.

Ya sé que es sólo un instante en la Historia, esa caprichosa diosa que gobierna borracha nuestros destinos, pero tal y como están las cosas, así vamos viviendo. Permitámonos disfrutar del momento.

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