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El atajo de los torpes

Beardo ejerce el poder como los jóvenes que creen que saben jugar al fútbol porque meten goles en la Play Station

Germán Beardo es la prueba de que cualquiera puede triunfar en política. Otros fenómenos ya prometieron cambiar la suerte de El Puerto y fracasaron antes que él. Pero el actual alcalde, con su asesor estrella en la sombra, va camino de superarlos a todos. Tiene su mérito porque, aunque no sepa gestionar un estanco y carezca del olfato, la madera y de un talento extraordinarios, es el 'número 2' del PP de Cádiz y gobierna una ciudad que dobla en habitantes a no pocas capitales de provincia. Beardo tiene hoy a las siglas temblando porque no le sale una a derechas, pero lo más llamativo es su falta de pudor al señalar a la plantilla municipal sin mover un músculo de la cara. Quien venía a darle la vuelta a El Puerto como un calcetín, ahora lamenta que el Ayuntamiento "no funciona". "En la administración -explicaba a un vecino en su Alo Alcalde de facebook- los políticos están para tomar decisiones, planificar y ordenar contratos, priorizar, y luego [está] el nivel de ejecución que debe ejecutar esas decisiones". Ahí quedó eso. Perdió los escrúpulos hace tanto, que apenas recuerda al joven obsequioso que hacía méritos tras sus líderes donde le llamaran. Si entonces le dicen a su mentor Alfonso Candón que le apuñalaría por la espalda, se muere de la risa. Al pobre se le quedó la misma cara de perplejidad que a Julio César con Bruto: "¿Tú también?"

El Puerto tenía que ser el mayor escaparate del PP en la Bahía y nada más lejos. Que la flota municipal de vehículos circule sin seguro o que los portuenses tengan que llevar sus herramientas para enterrar a su gente suena a broma macabra pero es cierto. Lo grave es que esto último es anecdótico comparado con su incapacidad para cumplir sus promesas, lo mismo con la entrada a la ciudad -que tiene a la Ribera del Marisco sumida en la depresión- que con las obras del parking de la Bajamar, como antesala del futuro paseo fluvial. La ruina del Ayuntamiento tiene en precario hasta la grúa municipal, por no hablar del pulso perdido con la interventora municipal o de la batalla con sus policías. La foto de los agentes patrullando en vaqueros fue penosa. Beardo ejerce el poder como los jóvenes que creen que saben jugar al fútbol porque meten goles en la Play y luego se pierden ante un rival de verdad. Salvo el plan para revitalizar el centro y la buena mano de la delegación de Fiestas, poco se puede destacar de su gobierno, porque prefiere cultivar su relación con la dirección del partido a picar piedra. A falta de nobles ideales, la política se está convirtiendo en el atajo de los torpes con escaso bagaje intelectual. Con su propaganda abusiva y su culto a la personalidad, Beardo olvida lo importante. Tal vez los excesos y la falta de rigor no dañen su imagen, pero la ciudad sí sufre tanta incompetencia. Y es una pena, porque El Puerto goza de tanto encanto que sólo necesita ponerse en órbita. Si él no es capaz con el PP al frente de la Junta, a ver cuándo. Ni todas las redes juntas podrán ocultar su ineficacia eternamente por muy joven y ufano que luzca paseándose entre paisanos que lo jalean.

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