No hay mayor poder en España que el de un árbitro de fútbol. Nadie, ni siquiera dirigentes políticos, están tan a salvo del escrutinio popular como ellos. Un tipo con antecedentes en su ojeriza contra el Cádiz -estaba a cargo del VAR el pasado año en Mallorca-, Alejandro Hernández Hernández es designado oportunamente para dirigir otro duelo trascendental de los amarillos. De vencer darían un paso importante en su objetivo de buscar la salvación, lo cual, tras varios atracos, tiene mérito. Así que, a base de penaltis y de prórrogas encubiertas, el juez omnímodo no sólo impide el triunfo cadista sino que, con un acta demoledor, se asegura que el varapalo tenga continuidad en el tiempo. La jugada perfecta.

Tengo la sensación, desde hace muchas semanas, que al Cádiz lo han sentenciado y que tendrá que combatir en muchos frentes si quiere mantenerse en Primera. No es imposible, claro, pero va a costar. La decisión de llevar a la justicia ordinaria el infame robo ante el Elche, donde -cosas que pasan- el VAR no vio un fuera de juego flagrante en el gol del empate visitante, está pasando factura. Ante el Rayo ya fueron más de diez minutos de añadido, y ayer el partido se eternizó hasta que un roce en la mano de un balón que iba hacia un jugador en ¡¡posible fuera de juego!! hizo que otro sospechoso habitual, Estrada Fernández, avisara raudo al árbitro principal. ¿Por qué no se tiró la línea para ver si el futbolista hacia el que se dirigía la pelota estaba en posición antirreglamentaria? Ah, cosas que pasan.

Pienso que la gran mayoría de los árbitros españoles son auténticos enemigos del fútbol. Les gustará el dinero, el poder, los hoteles caros y las corruptelas de Negreira y cía, pero el fútbol, ese juego sagrado que nos deja sin aliento, ni les gusta ni lo respetan. Ya no hablo sólo de la masacre que están cometiendo con el Cádiz, sino en general. Sólo así se entiende que cada semana haya varios escándalos arbitrales en la que se autoproclama ¿la mejor Liga del mundo? (me río por no llorar), mientras que en la Premier League los árbitros son capaces de llevar las riendas del juego sin enseñar tantas tarjetas ni pitar tres penaltis por encuentro.

El fútbol siempre ha sido un deporte de contacto. Si cada roce en el área o cada balón que golpee en una mano va a ser castigado con la pena capital el juego queda desnaturalizado. Los partidos duran 90 minutos desde que el mundo es mundo, siempre el que ha ido ganando se ha tomado su tiempo para sacar de puerta, así que de buenas a primeras no hay por qué añadir casi un cuarto de hora al juego. Y si se dan diez minutos de más, lo mínimo que se puede hacer es que cuando se cumpla el minuto 100 se señale el final. No hacerlo es adulterar la competición, es asesinar al fútbol, claro que a estos tipos, algunos de ellos con claros rasgos de psicópatas narcisistas, encantados de conocerse y que disfrutan sintiéndose impunes, les importa un pimiento.

Para que se hagan una idea, en los 251 partidos que se llevan disputados hasta el momento en Inglaterra se han pitado 57 penaltis. En España, en 241 se han señalado 78. Curiosamente, el personajillo que nos visitó ayer ocupa la segunda posición en la lista de los más penalteros. Cuánto honor Hernández. Qué gran trabajo. 

¿Acaso es que los árbitros ingleses son más tontos que los españoles, que no ven las manos, los agarrones, las faltitas, los penaltitos, o es que entienden que el espectáculo no puede verse menoscabado por sus decisiones y prefieren honrar la tradición de este juego? ¿Cómo se puede castigar con un tiro franco ante el meta desde los 11 metros un roce en una mano? Si hay que sancionarlo debería ser con un golpe indirecto dentro del área, como se hacía antiguamente con el juego peligroso. Todo lo demás es horripilante y desmedido. Es como, si me permiten la comparación, un juez instructor impusiera la misma pena de cárcel por robar una manzana que un banco. Dicho lo de robar sin ánimo de insinuar que haya árbitros que sean unos bandidos capaces de venderse por un puñado de dólares.

Una vez expresado todo esto, y para no hablar más de estos personajes absolutamente dañinos para el espectáculo en general y para el Cádiz en particular, tengo que decir que el equipo de Sergio no puede entrar en pánico cada vez que el cuarto árbitro levante el cartelón con el alargue. Ayer jugaba en superioridad numérica y no había necesidad de meterse en su área a despejar balones. Tampoco se entiende el puñetazo por detrás de Iza a un rival que va a dejarlo en la grada a saber cuántos partidos justo en el momento en que atravesaba un excelente estado de forma. Por no hablar de las consecuencias que un supuesto empujón de Conan Ledesma, reflejado en el acta por el ínclito trencilla, pueda acarrear.

En un minuto se pasó de acariciar un paso de gigante hacia la permanencia a sufrir un golpetazo iracundo que puede tener consecuencias impredecibles. Pero no se puede olvidar que únicamente, sin entrar en análisis más profundos, sin los excesivos alargues ante Girona y Getafe y la concesión de un gol ilegal al Elche ahora mismo el Cádiz tendría 33 puntos y estaría a siete de lograr esos 40 que marcan la posible salvación.

Ahora todo queda más en el aire. Así que, desde estas líneas quisiera dar mi enhorabuena a Hernández Hernández y Estrada Fernández porque hicieron bien el trabajo que le encomendaron, y que no es otro que continuar con la persecución a un equipo y una afición a la que hace tiempo que perdieron el respeto.

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