Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
Cuando usted lea el titular, pensará que vaya perra que he cogido últimamente con la gastronomía. Pero he almorzado recientemente en el Casino Gaditano una sopa de tomate que había guisado en su casa Alfonso Domecq, que merece este comentario. Antes que nada, tengo que aclarar, para los jóvenes, que la sopa de tomate nada tiene que ver con los tomates fritos, que una película y un grupo musical "made in USA" han popularizado. Solo una coincidencia, además de los tomates: en la película y en el Casino, los comensales se deleitan con el plato servido y narran una historia de amistad.
La sopa de tomate de Alfonso tiene una origen muy ilustre, porque la elabora con una receta que recibió de su padre y que era original de María Vargas, que la preparaba en su venta en las grandes ocasiones (no estaba en la carta) cuando allí almorzaba el susodicho Alfonso Domecq y Manolo Caracol. Tengo la receta, pero no la voy a transcribir, porque la escritura no garantiza la magia del cocinero, pero sí que voy a citar algunos de los muchos ingredientes que contiene, además de los tomates: pan, ajo, cebolla, pimiento, pescado, marisco, huevo y hierbabuena, sabores distintos y algunos incompatibles, que solo se hacen amigos cuando un buen cocinero los pone de acuerdo.
Así ocurrió en nuestro almuerzo, con socios de ideas, profesiones y ocupaciones diversas, con pensamientos dispares, pero que se concilian gracias a la amistad, haciendo, en este caso, de cocinero, el Casino Gaditano. Es un placer y muy ilustrativo oír a Juan Ramón Cirici su erudito parlamento sobre las casas notables de Cádiz, sin que ni él, ni ninguno de los oyentes, nos enfadáramos con las interrupciones ocurrentes de Chotin Otero, que no en balde fue sobrino de Antonio y Tomás Lacave.
La sensatez y el buen sentido volvía a la reunión con las intervenciones de Ignacio Moreno, de Enrique Maestre o de Juan Quiñones o por los recuerdos gaditanos de Fernando Delgado, que nos intercambiábamos, como de niños nos cambiábamos los cromos cultura. Oír a Juan Lamet, con el que nadie se muestra de acuerdo en principio, para mí es un placer. Y lo mismo que la magia del cocinero logra armonizar sabores, en la sopa de tomate, también esa vieja institución que es el Casino, lo logra con sus socios.
Y por si a alguno le quedaba un amargor, el postre que trajo el Dr. Luna, receta de su madre, nos endulzó a todos.
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