Con la venia
Fernando Santiago
El descanso
SANTIAGO Sánchez Macías, Santiago Donday, nació en Cádiz el día 11 de enero de 1932 en el número 6 de Murallitas de San Roque. Hijo de Juan Sánchez Madrugón, Seis Reales, natural de Jerez y de profesión fragüero, cantaor no profesional, y de la gaditana María Macías Moreno, María la Sabina, cantaora no profesional, de la familia de los Cigarritos de Cádiz.
Santiago, con sólo 9 años, dejó el colegio y se fue con su padre para ayudarle en la fragua. Él era el mayor de los varones de 8 hermanos, y trabajó en este oficio hasta 6 meses antes de morir.
Desde niño vivió la Guerra Civil y la dura postguerra, llena de precariedad y hambruna. Escuchó a los cantaores más veteranos de su niñez, como Aurelio Sellés, Macandé, Ignacio Espeleta, Rosa La Papera, Tía Luisa Butrón, Varita, Chico Mellizo... Y fue creciendo con otros cantaores de su edad más o menos: La Perla, Chano Lobato, Almejita, Adela La Chaqueta, Juan El Moji, Curro La Gamba, Cascarilla, Bendito, Alfonso de Gaspar, entre otros.
Siendo muy joven empezó a destacar en el cante, por su voz, su eco, por esa sensación que causa el cante, en el embrujo de una voz rancia con sólo surgir y proferir sonidos jondos y enigmáticos porque en ella se producía lo que podríamos llamar la orza del cante, en la que brota -desde lo profundo- una expresión densa y escalofriante, en sus quiebros y rompimientos, como una amarga siguiriya o la voz del desconsuelo.
En su juventud fue una especie de entrañable rebelde; su casi analfabetismo le ponía en guardia ante todo y frente a todos, pero en el fondo era una persona con un gran corazón.
Nunca se dedicó profesionalmente al cante, aunque fueron numerosas sus actuaciones dentro y fuera de Andalucía. También participó en diferentes concursos nacionales de Cádiz, Sevilla, Jerez y Córdoba. Actuaba en reuniones privadas y en actos culturales causando la admiración de los buenos aficionados del cante jondo, así como en fiestas familiares y tradicionales de su gente gitana.
Santiago realizó algunas grabaciones en discos compartidas con otros cantaores y, por último, grabó un CD en solitario, con el título Morrongo, el cual para mí no da fe de su categoría como cantaor. También grabó algunos programas para la televisión española y extranjera.
Los aficionados que lo escucharon y hasta los mismos cantaores lo reconocen como un genio de una estirpe cantaora tan antigua, que se pierde en el túnel del tiempo. Juan Villar, Camarón, Rancapino, Pansequito, todos lo admiraban porque él era una verdadera representación del cante gitano.
Contrajo matrimonio con Aurora Heredia Amaya, y de esta unión nacieron nada menos que 11 hijos, y toda esa gran carga familiar tenía que salir adelante, con el trabajo y sudor de Santiago en su fragua.En muchas ocasiones, frecuenté su casa en la calle Concepción, 2 y 4; recuerdo esas dos habitaciones en la planta baja en el patio, "limpias como los chorros del oro".
De Santiago Donday podría escribir un libro de vivencias con él, pues juntos realizamos muchos actos culturales. Yo como conferenciante y él ilustrando las charlas con sus cantes. A él le agradaba salir juntos al escenario cantaor, tocaor y conferenciante, intercambiábamos la palabra y el cante, creo que así él se encontraba más respaldado. A través del tiempo me desengañé que Santiago era un gran cantaor de inspiración que, a veces, no se encontraba con el cante, pero cuando los duendes se apoderaban de su inspiración, entonces no podía competir nadie con él. Sin lugar a dudas, su cante te llegaba al alma, su lamento te estremecía, su rajo te causaba una sensación inexplicable.
Destacó sobre todo por los estilos de soleares, siguiriyas, martinetes, los cantes duros, aunque dominaba de forma magistral las bulerías, alegrías, malagueñas y fandangos. Su voz era inconfundible, le injertó su impronta personal, y era distinto, conservando los viejos estilos de Cádiz, Jerez y Triana. La cultura milenaria del pueblo andaluz la llevaba en la sangre tomando por parte los estilos de Enrique El Mellizo, Curro Dulce, Paquirri El Guanté, El Viejo de la Isla, Francisco La Perla, Tomás El Nitri, Manuel Torre, Paco La Luz; o sea, los pilares del cante gitano.
El cante de Santiago no era matemático, ni mecánico, ni cerebral, ni movido por ninguna otra fuerza que no fuera el corazón, con sólo quejarse daba escalofríos, porque llevaba el dolor dentro de sí mismo.
En 1962, en el Concurso Internacional Festival de Cante y Baile y Toque Flamenco en Jerez, celebrado en el Villamarta, le concedieron el primer premio de cantes por diguiriya Diego El Marrurro. En aquella ocasión le aconsejé que se fuera a Madrid, que allí se consagraría su carrera como cantaor profesional. Pero Santiago era una persona que no le hacía caso ni a su ángel de la guarda. Su forma de ser no se atenía a regla alguna, y prefirió su fragua, las reuniones y las copas, algo que en ocasiones le perjudicó.
Fue en el año 1981 en los Jueves Flamencos que organizaba el guitarrista Manuel Morao en la Plaza de Toros de Jerez el día 4 de septiembre. Actuaron Santiago Donday, Fernando Terremoto de Jerez, Antonio Núñez Chocolate y Manuel Agujetas; o sea, la plana mayor del cante gitano en esos momentos. Lo acompañamos Curro La Gamba (marido de la Perla), Manuel de Jesulito, Antonio Hermosilla y el que suscribe. Cantó Chocolate, después Agujetas, y cuando comenzó a cantar Santiago le dije a Curro: "Con este no hay quien pueda hoy". Algunos flamencos de Jerez, amigos nuestros nos decían: "Primo, ¿quién es éste? ¿De dónde lo habéis sacao?". Cantó y hasta bailó. Se metió en el bolsillo a toda la plaza, aplaudiéndole en pie.
Las grabaciones que durante años le hice a Santiago en las actuaciones que celebramos juntos sin él darse cuenta dan fe del caudal de hondura que sólo aportan estas clases de cantaores enigmáticos, bohemios, rancios, puros, raros en esos momentos de inspiración, lo mismo que le ocurría a Enrique El Mellizo, Manuel Torre, Caracol o Terremoto, cantaores del cante de verdad.
Tuvo la desgracia de sufrir la enorme pérdida de dos hijos: Aurora, de 22 años y Antonio de 33, como para volverse loco. En ocasiones yo le recriminaba y le daba consejos porque como mucha gente sabe, a mí me hacía caso.
Muchísimas veces después de trabajar 10 horas en su fragua respirando veneno, camino de su casa, se paraba y se tomaba algunas copas de más, y ya se tiraba horas cantando por las calles.
Recuerdo que fuimos a Málaga. Cuando estaba cantando el último cante que era por siguiriya, y el tocaor le estaba dando paso para rematar con el doble o macho, yo sin pensarlos jaleándole dije: "Vamos allá Santiago, acuérdate de Aurorita". Ignoro lo que sentiría por sus adentros, que llorando y en puro lamento, cantó una letra que decía: Aurora mía / en un laíto de mi corazón/ te llevo metía. Y se nos abrazó llorando al Rizo y a mí.
En otra ocasión, fuimos a Alcalá, nos compañó su primo Paco Cigarrito -buen amigo mío- y cantó primero Ángel Pastor, que por cierto cantó muy bien. Y salió Santiago y estaba "rosao". Les acompañó con la guitarra Fernando Moreno de Jerez. Cuando terminamos de actuar, se tomó más de medio vaso de whisky a palo seco, y le dice uno del pueblo: "Maestro, usted tiene un eco muy gitano, pero yo no entiendo la letra que canta". Y le pregunta Santiago: "¿Tú dónde vives". Y le respondió: "Allá arriba". "Pues a ver si te llevan hasta allí arrastrando…"
Otro día, en el barrio de Santiago en Jerez, fuimos un tío del gran cantaor Juan villar, otro amigo, él y yo. Al rato de estar en el tabanco con otros amigos de Jerez, se le destapó el frasco de la esencia cantaora y estuvo cantando más de dos horas, diciendo los cantes de Caracol, para emborracharse con él. Pedimos la cuenta y nos dijeron que allí no se debía nada. Y dice Santiago: "Bueno, parientes, nos vamos, el mejor con limón" Y los gitanos lo cogieron a hombros, y no querían que nos fuéramos.
También recuerdo que fui a su casa para decirle que íbamos a Diputación con Curro la Gamba y el Rizo. Estaba en un cuarto pequeño que había en el patio cantando, cargaete, como siempre me abrazó y le dije: "Lástima que podrías estar millonario, y por tu mala cabeza estás…". Y me contestó: "Para muchas cosas no vale el dinero". Y le dije: "Y para cantar bien no se puede estar borracho". Me miró y me cogió del brazo y me apretaba. Comenzó a cantar por seguiriyas. Y desde aquel día, cuando escucho cantar por este estilo, me acuerdo de mi amigo Santiago. ¡Me temblaron las piernas!
Una noche voy a su casa para decirle que teníamos que ir a hablar con unos señores, que le querían grabar y la cuantía que le ofrecían era bastante buena. Y me dice, "bueno, me voy a lavar y nos vamos". Su mujer le puso una camisa en la silla, blanca como la nieve. Ahora no había agua en un grifo que había en el patio. Se quedó pensando y vio que encima de la mesa había un lebrillo lleno de agua y con las patatas que había pelado la mujer. Sacó las patatas, se echó el agua en una palangana que puso encima de un banco en el patio y se lavó la cara, el cuello, los brazos.. Para tirarse al suelo.
Nunca lo conocí enfermo. Yo le decía: "Santiago, cuando se coge una borrachera, al otro día dicen que se tiene muy mal cuerpo. ¿Tú que haces?". Y me dice: "Yo, al otro día cojo otra, y estoy en la gloria".
Se le presentó una enfermedad que agravó su estado de salud, siendo intervenido en el hospital Puerta del Mar, falleciendo poco tiempo después, el día 13 de mayo del año 2004, a los 72 años de edad. Algunas personas se aprovecharon de él económicamente y no tuvieron la dignidad de visitarlo cuando estuvo enfermo en el hospital, ni siquiera asistieron al sepelio, para darle el último adiós.
Con la pérdida de este gran cantaor, se acabó el Cante Jondo y la Fragua en Cádiz.
A título póstumo, el Ayuntamiento de Cádiz, a petición de la asociación de vecinos de su barrio de Santa María, acuerda rotular una calle con su nombre, entre la calle Jabonería y una nueva plaza, así como una placa en la casa donde nació. Tu recuerdo sigue vivo en la afición, porque eres Verdad y Señor del Cante, amigo Santiago.
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