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Sánchez vs. Sánchez

Pedro Sánchez ya sólo tiene su palabra para convencer a Puigdemont y a éste, claro, le entra la risa

El estado de la cuestión es que la amnistía se ha atascado. Los socialistas no pueden ir más allá (porque ya han ido más allá), pero Puigdemont no se fía de que los jueces no encuentren nuevos resquicios para juzgarle. Ese es el punto muerto.

El vivo de Sánchez querría controlar a los jueces y, por eso, la presión mediática para renovar el Consejo General del Poder Judicial sobre un PP que se deja apabullar. Y las declaraciones de Sánchez afirmando qué cosas son delitos y qué no, como si él fuese el Supremo. Pero Puigdemont aún no se fía. El punto sigue muerto.

Así, Sánchez sólo tiene una cosa más que ofrecerle a Puigdemont: su palabra. De que, aunque no puede forzar más el texto de la ley de amnistía, va a estirar su espíritu. De que la protegerá de los ataques de la legalidad. De que hará para que cubra la multitud de delitos que no se incluyen en la amnistía porque implicaría deslegitimarla.

Por eso, el principal problema de Sánchez es Sánchez: sólo tiene su palabra y su palabra no vale nada. Puigdemont no se fía ni un pelo. Primero, porque la palabra de un presidente inestable no es suficiente desde un punto de vista objetivo. Segundo, porque es la palabra de Pedro Sánchez. Entre cómplices, suele pasar que la desconfianza mutua resulta inevitable, pero aquí el caso se exacerba. ¿Quién puede creer a este hombre? Y tercero, porque Puigdemont sabe que su cabeza espléndida es una pieza electoral valiosísima. Sánchez guarda el as Puigdemont en la manga para presentarse a las elecciones diciendo que dijo “¡Basta ya!” al nacionalismo derechista y xenófobo catalán. Confiar en quien sólo tiene la bala de traicionarte es excesivo.

Para España la situación es penosa, pero como fábula moral va como una moto. Estamos ante una versión posmoderna del cuento de Pedrito y el lobo; y Puigdemont no quiere por nada del mundo que se convierta en Pedrito y el bobo. Él no puede permitirse que Sánchez le tome el pelo, porque tiene mucho y porque su tenacidad y resistencia es su baza electoral entre los suyos.

Sánchez y Puigdemont sólo están de acuerdo en convertir el punto muerto en puntos suspensivos… muertos. En Junts se pueden permitir una ruptura, pero no el ridículo ni regalar ninguna relevancia a ERC; la ley de amnistía no puede estirarse más; retocar el delito de terrorismo es literalmente suicida; y el margen de humillación de Sánchez tiene casi tan poco saldo como su palabra.

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