Postrimerías
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Vuelve a ser noticia el Vapor porque se le ha desplomado la popa. Ya era el barco fantasma del politiqués errante. Daba una imagen desoladora de El Puerto de Santa María en un lugar, además, icónico, en la ribera del río Guadalete, nunca mejor llamado del Olvido. Pero si ya era un espectro del barco que fue, ahora se cae a pedazos.
La historia es triste y la sabemos. Tras su hundimiento se han sucedido las promesas políticas de su restauración y algún fallido intento privado, como restaurarlo con una escuela taller de carpintería de ribera, que hubiese sido una gozada. Que resultaba caro y difícil no nos lo tienen que explicar: basta contemplar el estado ruinoso del ex navío o ex pecio. Pero tampoco nos tienen que explicar el valor simbólico que hubiese tenido su recuperación. El Vapor yéndose río abajo hacia Cádiz era uno de los iconos de El Puerto, fue imagen institucional, nos mantenía anclados a nuestra tradición marinera y nos hermanaba con Cádiz. Todo eso se perdió.
Lo curioso, sin embargo, y también icónico de otra manera, es que no lo hayan retirado de su lugar de privilegio y oprobio. Hemos estado años asistiendo en primera fila a su ruina. ¿Por qué?
En parte, por la parálisis que aqueja a nuestra política, entretenida en sus batallitas, asesorada por sus asesores, pero que no termina de gestionar las cosas prácticas que urgen. Supongo que para retirarlo habrá que hacer gestiones administrativas algo trabajosas. Y, en parte, porque sólo se trabaja a corto plazo. Retirar el vapor hubiese significado el reconocimiento de una derrota o de una impotencia o de una incapacidad y hubiese hecho mucho daño reputacional a quien se atreviese a desguazarlo. A largo plazo, sin embargo, para la moral de la ciudad, hubiese sido mucho mejor pasar por el trance de un golpe que ver ese monumento a la decadencia decayendo mes a mes.
Como siempre pasa cuando se retrasan las decisiones, ahora, con la popa por los suelos, habrá que retirarlo, y se sufrirá el mismo desgaste político, pero ya después de estos años con la desmoralización continua de verlo día tras día.
Esto que ha ocurrido en El Puerto, pasa en la política nacional y en la europea. Los problemas no se arreglan y se deja que se pudran a la orilla de un río que es el tiempo y que se llama del Olvido. Esa es otra posibilidad: ponerle nombre al Vapor y vendérnoslo como obra de arte contemporáneo: retrato de nuestro tiempo.
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