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Puigdemont, como Trump

Ambos se van de rositas, con la complicidad de un Gobierno o un Tribunal Supremo nombrados por ellos mismos

Ha sido la semana de Trump y Puigdemont. Personajes similares: ultranacionalistas, de derechas, supremacistas, xenófobos, victimistas, populistas, aficionados a las mentiras, reacios a las normas constitucionales... Ambos han conseguido la impunidad de sus delitos, el americano se podrá presentar a las elecciones con la complicidad de un Tribunal Supremo nombrado en parte por él. Y el catalán, pactando la amnistía con un Gobierno que existe gracias a su apoyo imprescindible.

Trump consiguió el supermartes asegurarse un tercio de los delegados para la convención republicana de julio en Wisconsin, en donde ganó en 2016 a Hillary Clinton y donde perdió por los pelos contra Biden en 2020. En la campaña del 16, llegó a decir que podría disparar contra la gente en la Quinta Avenida y no perdería votos. Tenía razón. Animó a sus seguidores en enero de 2021 a tomar el Congreso de Estados Unidos, en un intento de golpe de estado para no abandonar el poder, y no ha perdido votos. Mientras a Biden su vejez manifiesta y su sionismo militante le pueden costar la Casa Blanca el 5 de noviembre.

Su émulo español es Carles Puigdemont, gerundense de nacimiento, catalanista acérrimo, aunque con un cuarterón andaluz, por su abuela Manuela Ruiz Toledo, nacida en La Carolina (Jaén) de padres almerienses de Campo de Dalías y Cuevas de Almanzora. Como a Trump, a él le va a salir gratis subvertir el orden constitucional, promoviendo leyes de creación de la República catalana, de desconexión con España, declarando la independencia de Cataluña y huyendo del país para no dar cuenta de sus actos. Por fin ha salido adelante en el Congreso la ley de amnistía que pretende dejar en nada su ilegal actuación en 2017. El Gobierno le echa un pulso a la opinión pública, parecido al que Aznar forzó apoyando la guerra de Irak en 2003.

Una amplia mayoría de españoles querrían ver detenido a Puigdemont, juzgado, condenado y encarcelado. No se trata sólo de lo que hizo, autorizó u ordenó. Es que lleva más de seis años considerando a España un estado autoritario y represor al que habría que derrocar. El presidente del Gobierno justifica la amnistía que le regala al ultranacionalista catalán y sus cómplices con el argumento de mejorar la convivencia y lograr la reconciliación. Pero el principal beneficiario de esta componenda sigue hablando de estado represor y de vía unilateral para la independencia.

Trump y Puigdemont se van de rositas.

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