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Protesta y propuesta

Los políticos deberían cobrar lo mismo que en los trabajos que han dejado para dedicarse a la política

Como parecía increíble, me he ido a buscar alguna justificación para el aumento de sueldo que habían pactado para los miembros de la mesa del Senado entre el PP y el PSOE. Podía llegar hasta 16.000 euros más al año, sobre unos salarios ya astronómicos. Al buscar la justificación, me he encontrado una rectificación del PP, que ahora dice que va a anular el gordo de Navidad que se habían autoconcedido. O sea, que puedo escribir desde mi incredulidad y sumarle mi pasmo.

Al disparate de unos sueldos que exceden los que se cobran en la sociedad civil, sumaban un pactito del PP con el PSOE en pleno proceso de impugnación de nuestro Estado de Derecho por los socialistas. Yo imaginaba alguna explicación suficiente o que Europa obligase, que siempre queda socorrido; y pensaba replicar que ni aun así. En estos momentos de la historia democrática de España, no podía entenderse el pacto.

Pero es que encima ¡no había razones! Y ahora, tras desprestigiar al Senado, a la clase política en general y a los partidos pactantes en concreto, darán marcha atrás. Nada más que por la torpeza mediática y estratégica, sería para bajarles el sueldo.

Lo que me lleva a recordar mi propuesta salarial para los políticos. Deberían cobrar exactamente lo mismo que en los trabajos que han dejado para dedicarse a la política. Si uno es el CEO de Zara, pues una millonada; y si uno es profesor de instituto, pues como profesor de instituto, ay.

Serían muchas ventajas. Nadie perdería poder adquisitivo por dedicarse a la política. Ni lo ganaría. Se acabaron estos conciliábulos para subirse la nómina de espaldas al pueblo soberano. Se atraería talento y se repelería oportunismo. Los que no han tenido oficio ni beneficio cobrarían el soporte vital mínimo, acorde a la experiencia profesional que aportan. Nadie se sometería a su partido por ansia de quedarse chupando del presupuesto. Los políticos serían más libres de irse a casa por problemas de conciencia.

No se me escapa que, como toda buena teoría, tiene sus problemas prácticos. ¿Qué hacer con las dietas, justas, pero con tanta frecuencia hipercalóricas? ¿Y qué con el derecho a la promoción interna, cuando uno desarrolla su profesión íntegramente dentro de la política? Pero todo lo compensaría la principal ventaja: la saludable preocupación por el incremento salarial de todos los españoles, con especial incidencia de cada cual en el de sus antiguas profesiones.

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