Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
MI hija, aburrida, me comunica que le toca estudiar un tema apasionante, la poesía. Como soy parte interesada, le digo que una de las mejores cosas que recuerdo del colegio son los poemas que tuve que leer y en algunos casos memorizar en clase. Por suerte, me sé de memoria algunos sonetos de Garcilaso, y a veces esos versos se me aparecen en medio de un atasco, y esas palabras me consuelan y me distraen y me hacen creer que el mundo es un lugar mucho más hermoso de lo que parece a simple vista. Y por fortuna guardo mucho más poemas en la memoria. Hasta no hace mucho, podía recitar de carrerilla las Coplas de Jorge Manrique, que son uno de los tratados sobre la vida más sabios y más completos que se han escrito nunca. Y ahora mismo se me ocurre que cada nuevo presidente del gobierno debería estar obligado a leer esas Coplas en su discurso de investidura, y quizá así aprenderíamos todos a ejercer las virtudes de la mesura y de la templanza, porque al final lo único que cuenta es que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es…, bueno, ya lo sabemos, ¿no?
Ya sé que los pedagogos modernos no suelen recomendar el aprendizaje memorístico -que les parece autoritario-, pero casi todos los niños sienten un placer innato al aprenderse de memoria un poema, si ese poema tiene rima y ritmo y se presta a ser declamado. Y los niños, por muy tímidos que sean, también disfrutan recitando un poema en público, si el profesor les ayuda a leer bien el poema y les quita el miedo escénico que todos sentimos. Y los niños no sólo ganan en seguridad en sí mismos cuando aprenden a declamar en público, sino que aprenden a valorar la belleza y el poder persuasivo de las palabras, un poder que a menudo no sabemos aprovechar. Y me temo que la lamentable oratoria de nuestros políticos se debe a que no leen poesía.
Intento explicarle eso a mi hija, pero ella me interrumpe diciéndome que no debe aprenderse ningún poema de memoria, sino tan sólo estudiar el tema de Métrica y figuras retóricas de 2º de ESO: "Sinéresis, sinalefa, asíndeton, polisíndeton...". Y todo eso, me dice enfadada, a mí resulta muy fácil, porque yo soy poeta, pero a ella sólo le parece un tostón y un coñazo. Y entonces suelta un bufido y se va a estudiar sus sinéresis y polisíndeton.
Lo que no me he atrevido a decirle a mi hija, para no desmoralizarla, es que no tengo ni idea de lo que puedan ser la sinéresis y los polisíndeton, esos términos indescifrables que más bien parecen salir de un manual de ciencias ocultas. He escrito bastantes poemas, sí, pero si un filántropo chiflado me ofreciera un millón de dólares a cambio de una definición del polisíndeton, me temo que me quedaría sin el premio. Quizá convendría que alguien se lo recordara a los alumnos de ESO.
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