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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pedro vuelve a la casilla de salida

Si algo ha quedado claro tras la moción de censura es que Iglesias y Rivera se odian y/o desprecian: son incompatibles

La mano entregadamente tendida y el gesto excesivamente cordial del portavoz socialista Ábalos a Pablo Iglesias durante la inocua moción de censura -inocua para Rajoy: 76% de votos en contra- creó la impresión ficticia de que PSOE y Podemos, esta vez sí, iban a aliarse para desalojar al PP "cuanto antes" del poder. La impresión duró un rato. Como el sueño de una noche de verano.

Pedro Sánchez acotó el jueves, en un artículo periodístico, los términos precisos de su estrategia inmediata: conseguir una amplia mayoría parlamentaria en el Congreso que desbanque al PP del Gobierno o, "si continúan los vetos", buscar ese apoyo mayoritario en las urnas. Lo primero es imposible, y lo segundo, azaroso e inasequible a su voluntad personal (hasta la convocatoria electoral depende de otro).

Vayamos a la amplia mayoría parlamentaria como instrumento para el cambio regenerador y progresista. Si algo quedó definitivamente aclarado en el debate de la moción de censura del candidato imposible fue que Podemos y Ciudadanos son incompatibles. Sánchez no pudo pactar con los dos a la vez en 2016 y no podrá en el futuro. Representan dos visiones contrapuestas de España, del sistema democrático, de la economía y el mundo. Iglesias y Rivera se odian y/o se desprecian.

¿Y si, además de este proyecto de inviable pacto a tres, Sánchez sigue albergando el otro, inconfesable, de aliarse con Podemos, Bildu y los independentistas catalanes, arañando uno a uno los escaños suficientes para llegar en precario a la Moncloa? Pues tampoco lo va a perpetrar. Sabe que la ambición sin límites le condujo ya al abismo, ha tenido que aprender las lecciones del pasado reciente, desconfía del cambio aparente de Pablo Iglesias -la serpiente vestida de santurrón, que le habría cantado Carlos Cano- y asume que no puede viajar a la Moncloa en la mala compañía de los herederos de ETA y los negadores de España. Incluso a su última chuchería intelectual de defender España como Estado plurinacional -que tampoco desactivará al secesionismo, por supuesto- le ha añadido el matiz de que no existe más soberanía que la nacional (española) y que no hay derecho catalán a decidir. Con esta línea roja seguro que ni convergentes ni ERC le votarían como candidato a presidente.

De modo que sólo queda la otra salida: esperar a que Rajoy convoque elecciones generales y tratar de ganarlas. Y sobre todo, tratar de sacarle más ventaja a Podemos.

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