Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
PODEMOS, una formación política nacida al calor del movimiento ciudadano del 15-M y a la que le gusta presumir y dar lecciones de democracia a los llamados "partidos de la vieja política", ha mostrado en las últimas horas su cara más autoritaria con el cese fulminante de su secretario de Organización, Sergio Pascual, dentro de la encarnizada -y ya visible- guerra que están manteniendo Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, secretario general y secretario de Política y Área de Estrategia yCampaña de la formación, respectivamente. El cese de Pascual se ha producido de forma repentina, con nocturnidad y con una carta denigrante para el afectado, acusándole de los males de la organización, al más puro estilo de las purgas estalinistas, sin ningún respeto a la pluralidad. ¿Es ésa la democracia interna y externa que tanto pregona Iglesias?
La misma carta dirigida por Pablo Iglesias a la militancia de Podemos, en la que culpa a "sectores oligárquicos" de la "tantas veces proclamada división de Podemos" para "acabar con la unidad y la belleza de nuestro proyecto político" parece una parodia de la retórica soviética más cínica. Afirmar que "en Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos, pues eso nos convertiría en aquello que hemos combatido siempre: un partido más" nos recuerda no sin inquietud ese viejo sueño de la unidad absoluta y sin fisura de los movimientos totalitarios. Es como si Pablo Iglesias se hubiese quitado definitivamente la careta.
Lo primero que sabe cualquier persona que cree en la democracia sin adjetivos es que el disenso, la pluralidad y el conflicto son elementos consustanciales a la naturaleza humana y, por tanto, las instituciones políticas -desde los partidos hasta los parlamentos- deben admitirlos y reflejarlos. Es evidente que un partido debe mantener una cierta unidad y disciplina en torno a un ideario común, pero de ahí a que se anule cualquier discrepancia, y sobre todo que se haga de las formas dictatoriales que ha usado Iglesias, media un abismo. Hoy por hoy, se puede decir que la amenaza autoritaria en España está anidando en Podemos, una formación a la que se le llena la boca con las palabras democracia y libertad. La formación morada ya ha dado muestras de su oportunismo y frivolidad en la cuestión territorial, prometiendo referendos a diestro y siniestro. Ahora, va todavía más lejos y nos muestra su cara más dura. Sólo hay que saber mirar.
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