Tribuna Opinión

antonio L. Muñoz / galán

El Monumento a Emilio Castelar

Preside la plaza de la Candelaria o de Castelar uno de los monumentos civiles más señeros de la ciudad de Cádiz. Fue inaugurado en octubre de 1906 para conmemorar la figura de Emilio Castelar, considerado uno de los políticos más preclaros de nuestra reciente historia contemporánea. Participó en La Gloriosa de 1868, en el régimen democrático que siguió a la Constitución de 1869, en la monarquía parlamentaria de Amadeo de Saboya y en la proclamación de la I República Española de 1873 de la que llegó a ser presidente. Sus dotes de gran orador y su talante profundamente democrático trascendieron nuestras fronteras y fue muy admirado tanto en Europa como en América.

Afirmaba el gran broncista Auguste Rodin que el retrato en escultura debe recoger "el momento y el alma de los personajes". Y esto es lo que logra Eduardo Barrón en su obra sobre Emilio Castelar: retratar la oratoria, la persuasión, el valor del discurso político, el sentido de la democracia…

Eduardo Barrón desarrolló su obra entre el último tercio del siglo XIX y principios del XX. Fue académico electo de la Real Academia Española de Bellas Artes de San Fernando, conservador y restaurador de escultura del Museo del Prado y miembro de la Academia Hispanoamericana de las Ciencias y las Artes de Cádiz. Su obra se caracteriza por la sobriedad, la solidez y la austeridad del modelado, hecho que contrasta con la grandilocuencia de sus personajes. Así ocurre con los monumentos a Viriato en Zamora (1883), el de Cristóbal Colón en Salamanca (1893) y otras obras como Nerón y Séneca del Museo del Prado. Nuestro monumento a Emilio Castelar es un vaciado de bronce de una gran expresividad al que se le añaden tres placas: La que señala el año de su inauguración; una conmemorativa del centenario de su nacimiento, colocada en 1932 durante la II República; y otra, un recuerdo de varios países hispanoamericanos. Su concepto formal influyó en el que realizara Mariano Benlliure en 1908 en el madrileño Paseo de la Castellana.

La plaza de la Candelaria fue diseñada por Cayetano Santaolalla sobre el espacio del derruido convento de La Candelaria. Ante el estado ruinoso de algunos muros, el Consistorio de Fermín Salvochea encomendó a Santaolalla una inspección del edificio, quien recomendó su demolición parcial, llevada a cabo en su totalidad a finales de marzo de 1873. El resultado fue la urbanización de un ámbito central de la ciudad con un alto valor histórico y artístico. Así, a partir de 1874 se hicieron varios proyectos de reforma como las casas nº 12, 14, 18, 20, 22 y la alineación de algunas calles como la del Torno. En este sentido, cabe destacar la casa nº 15 reformada en estilo isabelino con elementos historicistas de la arquitectura francesa, del maestro de obras Augusto Pajares. En ella vivió Bernardo O`Higgins, libertador de Chile y prócer de nuestra Constitución Doceañista. La arquitectura en hierro y cristal de inspiración inglesa tiene un buen ejemplo en la casa nº 6, que se inauguró en 1915 como restaurante La Estrella. Su ajardinamiento en las postrimerías del siglo XIX da a la plaza un singular aire romántico que agudizan la fuente y las pequeñas esculturas de inspiración clásica que la circundan.

Una sencilla placa de mármol colocada en el nº 1 de la plaza de la Candelaria nos recuerda un importante acontecimiento: "En esta casa nació el 7 de septiembre de 1832 Emilio Castelar".

Este 2016 se cumplen 110 años de la inauguración de uno de los monumentos más representativos de nuestra capital gaditana.

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