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Rafael Sánchez Saus

Moloch ríe de nuevo

QUÉ estaría usted dispuesto a entregar para asegurarse la salud, el poder, el éxito, el amor, la fortuna, la victoria sobre su enemigo? Cuidado con lo que se responde porque el ansia de tales goces puede exigirnos ofrendas previas cada vez más ignominiosas. La lógica infernal que llevó a los sacrificios humanos, primero de esclavos y prisioneros de guerra, luego de los propios hijos, comenzó un día con el derramamiento de unos vasos de vino o la inmolación de unas aves sobre el altar de un insaciable dios propiciatorio. El fenicio que entregaba a los brazos de Moloch, y de ahí a las llamas, a su primogénito recién nacido no lo hacía sin fuertes razones para ello. Los historiadores sabemos que toda monstruosidad se origina a partir de la exacerbación de un discurso que, inicialmente, puede no estar exento de justicia. Si yo quiero algo, lo lógico es que esté dispuesto a entregar algo por ello a aquel que puede alcanzármelo. Cuanto más precioso lo entregado, mayor esperanza de alcanzar mi fin. Satán no anda lejos.

Los hombres de hoy no poseemos aspiraciones muy distintas de los de otras edades que esperaban realizarlas mediante sacrificios que la posteridad, desde la atalaya de la civilización judeocristiana, juzgó bestiales. Durante un par de milenios la vida humana ha estado ungida de una dignidad que, a pesar de los continuos atentados contra ella, nadie se atrevía a discutir. Desde hace décadas, sin embargo, se consiente en desproteger las etapas de la vida ajena que nos suponen una enfadosa limitación para nuestra libertad y la consecución de fines más interesantes, aquellos por los que no dudamos en sacrificarlas. Pero, asumida esa lógica infernal, el delirio ya no tiene límites. En estos días ha causado polémica el artículo de una revista científica británica cuyos autores afirman, muy coherentemente, que un feto y un recién nacido “son moralmente equivalentes”. De ello deducen que, por tanto, el “aborto posparto –nada sutil manera de llamar al infanticidio– debería permitirse en todos los casos en los que lo es el aborto”, incluyendo las circunstancias socioeconómicas que pueden hacer del neonato “una carga insoportable”. El editor de la revista ha mostrado su malestar porque algunos han reaccionado airados a la propuesta. En una nota que no hubiera pasado desapercibida a los fiscales de Núremberg, ha declarado: “más que nunca, la discusión académica y la libertad están bajo amenaza de quienes se oponen a los valores de una sociedad liberal”. Desde el fondo de los tiempos, Moloch ríe de nuevo.

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