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Cuarto de Muestras

Molde roto

El bienestar no es tan creativo como la zozobra

He estado estos días leyendo el libro "Molde Roto" en el que se recogen entrevistas de artistas del flamenco realizadas hace cuarenta años. Sí, sí, cuarenta años. Veinte años no es nada, pero, cuarenta son una eternidad y nos da tiempo a mirar con perspectiva las voces consagradas del flamenco. Como todas las épocas pasadas parece dorada pero no puede ser más triste, desoladora. No hay un artista feliz y mira que desfilan los mejores con algunas ausencias clamorosas. Quizás arte y felicidad sean incompatibles, pero no quiero ir por ahí porque esta reflexión da para una enciclopedia. Digamos que el bienestar no es tan creativo como la zozobra. Ahí me quedo.

Me hubiese gustado que los autores preguntaran sobre más temas y de otra manera no tan repetitiva ni previsible pero claro, el tema es el de siempre, Gitanos hablando de flamenco valga la redundancia. Lo demás parece no importar, aunque se cuela por todos los rincones del libro. Ahí están el hambre y las fatigas, las envidias y rivalidades, el alcohol y la noche, la grandeza y la pequeñez unidas. La convivencia en las casas de vecinos y la huida a las barriadas. Por esto que se cuela y no es desde luego el motivo del libro, es interesante su lectura.

Porque a todos, a Antonio Mairena, sumo sacerdote de la ortodoxia, como al Borrico, Camarón, Chocolate, Fernanda y Bernarda, Terremoto, Tía Anica La Piriñaca, a todos, se les pregunta si el flamenco se aprende o se nace artista, si para cantar, bailar o tocar la guitarra bien hay que ser gitano o lo puede interpretar cualquiera; si se está a favor o en contra de las novedades y novelerías de la época o sólo cree en el cante puro y ortodoxo y, cómo no, si el flamenco está en crisis y va a morir o no. Casi todas estas cuestiones podrían plantearse en cualquier otro arte porque en todas las artes hay, cómo no, puristas y revolucionarios, agoreros y anunciadores de una incipiente nueva edad de oro.

Colecciono vidas de toreros creyendo que en ellas está la épica antes de salir al ruedo. Después de leer este libro, descubro unas vidas con no menos cornadas y penalidades en las que algunos cifran las profundidades del misterio del cante flamenco más allá de la sangre gitana. Un arte interpretado por analfabetos a los que el sufrimiento hace sabios y les permite cantar con las tripas. Hoy es otra cosa, ¿no?

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