El Palillero
José Joaquín León
Navidad de la Esperanza
CONOCÍ y aprecié, a la poeta Pepa Caro mucho antes de que se convirtiera en la delegada provincial de Cultura ni en la alcaldesa Arcos de la Frontera. A Menacho lo conocí político de largo recorrido, digo que ya había sido alcalde de su pueblo, Olvera, y delegado provincial de Educación. Entonces era delegado del Gobierno. Ambos eran personas extremadamente cercanas, simpáticas, sensibles. Buenas gentes. Y serranos a carta cabal. Hace mucho que no hablo con ellos pero siempre pregunto cómo están y cómo les va. Digo que si, al modo de historia clínica, me preguntaran por mi amor incondicional a la sierra, del que el título de estos artículos da fe, les contestaría que Antonio Mateos, que fue alcalde de Grazalema, Cristóbal Rivera, Pepa, Paco Menacho y otros amigos serranos, profesores de secundaria, maestros ejercientes en los pueblos serranos, pintores ubriqueños, poetas, escritores… y las gentes de las almazaras y las fábricas de mantas, los cooperativistas, los jubilados que toman café en los casinos y bares de las plazas, los ciudadanos de la sierra en general, serían el origen de todo.
Más la propia sierra, claro está. Sus paisajes inconcebibles, sus caseríos blancos, tan humildes, sus modestas pensiones y hostales, sus calles bajo la lluvia o cuando el sol pega duro. La sierra es un tesoro que está ahí al lado al alcance de todos, un verdadero tesoro.
Aquí he contado también la impresión que me causó una confesión que me hizo un día Antonio Mateos: "Si se retrasan una semana en enviarme dos millones de pesetas me cierran el pueblo". Enlazo este queja con un comentario que hizo Teófila Martínez no hace mucho en una reunión de equipo: "¡Si la gente supiera lo que cuesta subir cada día la baraja del Ayuntamiento!". Y para completar, el desahogo de Barroso, que francamente no sé por qué lo intenta de nuevo, otra vez más. Dijo: "Mi vida en los últimos tiempos es dedicar quince días de cada mes a buscar el dinero con que pagar a los funcionarios".
Pues en la sierra lo mismo pero con carácter más dramático si cabe. Y por eso, quizá, el "Observatorio" en donde están Francisco Menacho, y Pepa Caro, junto a otros. Porque a nadie más que a ellos les duele lo que está pasando, cómo la crisis que golpea a los ayuntamientos en general muele a la sierra, tan necesitada de todo, pese a contar con un potencial impresionante para gestionarlo adecuadamente. No es una sierra yerma la de Cádiz sino una sierra dejada de la mano de Dios, muchas veces, en beneficio de otras comarcas gaditanas, o de otras políticas. Pedir puede ser una espiral infinita, la explicación exponencial, pero la Sierra debe ser algo especial, por su fragilidad, por su belleza, su ser único.
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