BAJÍO es un fondo arenoso en el mar donde los barcos pueden quedar encallados. El 'mal bajío' en el lenguaje caló significa mal fario, mala suerte. Y eso parece que es lo que se está respirando por El Puerto últimamente. Algún pirata tuerto del pasado, el pirata Lafitte por ejemplo, dueño del último mensaje de romanticismo de los mares nos debió dejar alguna maldición vagando por el éter, y este verano nos las estamos comiendo todas.

Porque desde la desaparición de la menor Angie Corona, felizmente encontrada por la policía y devuelta a sus familiares, El Puerto ha estado en la primera plana de los rotativos nacionales con el hundimiento del Vapor, el tiroteo y posterior muerte de una mujer por un ajuste de cuentas, los abusos de un profesor a sus alumnas y finalmente y esperemos que la cosa se quede ahí, la caída en la calle San Juan del ya famoso helicóptero.

Las redes sociales están que echan humo con tanto acontecimiento atropellado. Qué duda cabe que su inmediatez en la transmisión de datos e imágenes convierte en reporteros intrépidos a todo aquél que tenga un móvil a mano. Pero en estas famosas redes también hay lugar para la inspiración literaria, y mira por donde mi amigo cuentista Juan Rincón se ha arrancado con un relato corto del que sin su permiso me atrevo a fusilar un cachito a vueltas con el mal bajío…

"He estado consultando la Morillopedia - léase la página 'Gente y Habitantes de El Puerto' - y, efectivamente, tal como nos temíamos el fundador del Puerto, el caudillo griego Menesteo era tuerto y se bajó del barco con el pie izquierdo. "¡En mi vida he visto yo.... un sitio más lindo ni más lindo bonito, más típico no lo hay... pa poner un pueblo aquí vamos!" dijo, y en esto tropezó con un gato negro. Era el martes y trece del año 2012 antes de JC. Del tropezón se le cayó de la mano un espejo que llevaba de recuerdo para su mujer Menestea y tuvo que recoger todos los cristales pasando por debajo de la escalera del barco…"

No sé si pirata o caudillo, pero propongo una quedada en el Parque para quemar una mijita de romero y espantar de una puñetera vez los espíritus plasmados de ambos dos.

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