En tránsito

Eduardo / Jordá

Ludistas

30 de abril 2014 - 01:00

LA historia es más o menos conocida: en 1812, a comienzos de la revolución industrial, un grupo de huelguistas de Manchester destruyó los telares de una fábrica porque creían que aquellos telares mecánicos iban a dejarlos sin trabajo. A aquellos obreros les llamaron -no sé muy bien por qué- ludistas, y desde entonces se habla de ellos como si fueran una estrafalaria secta de lunáticos, ya que la tecnología, a fin de cuentas, mejoró sus condiciones de trabajo -eliminó una parte del terrible esfuerzo físico- y además creó muchos más empleos que los que había antes. Pero hoy me he acordado de los ludistas de Manchester cuando he leído consternado, o turulato -y no sé qué es mejor-, que una empresa china ha inventado una gigantesca impresora en 3D que es capaz de construir el material necesario para levantar diez casas en un solo día. Diez casas, han oído bien.

Ya sé que hay que tomarse estas noticias con mucha cautela, porque luego resulta que nada es como parece, y quizá nos estemos dejando engañar por un embaucador o por un genio del marketing. Pero es muy inquietante que alguien se haya planteado la posibilidad de construir por impresora materiales de construcción y Dios sabe cuántas otras cosas más. Porque la aparición de una máquina así -si es técnicamente viable, insisto- supondría la desaparición de miles y miles de puestos de trabajo en cementeras y en industrias auxiliares y en transportes. Es cierto que también crearía otros empleos que ahora quizá no podemos ni imaginar, aunque no creo que fueran más numerosos que los perdidos. Más bien sería al revés.

Sin que nos demos cuenta, y a una velocidad de vértigo, estamos viviendo un cambio de civilización equiparable a la transición de la era del pergamino a la era de la imprenta, o incluso al cambio absoluto en las formas de vida que llevó a los seres humanos del Paleolítico al Neolítico. Con la aparición de la robótica, el teletrabajo e internet, el mundo de los empleos estables y más o menos bien remunerados se hace cada vez más lejano. Y nuestra clase política, a derecha e izquierda, vive de espaldas a estos cambios, aunque sea imprescindible tenerlos en cuenta si queremos mantener todo lo bueno -que es mucho- que aún tiene la sociedad en la que vivimos (sanidad, educación, pensiones y tantas cosas más). El problema es que por ahora, en términos de ideología, todavía seguimos usando arcos y flechas en un mundo en el que una impresora en 3D imprime -o imprimirá muy pronto- diez casas en un solo día.

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