Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Lavapiés

Sin las duchas no se va a ahorrar nada, es todo un postureo. Mejor que limiten los baldeos y las fuentes

Mi familia tenía la caseta de mampostería número 60, frente al Europlaya. Al lado la familia Menayo. Todos los primos llegados de Londres, Sevilla y Madrid nos juntábamos en verano en torno a la caseta. Esperábamos a que llegara el mediodía para que nos compraran un pico y un paquete de papas fritas que vendían en bolsas de papel unas familias llegadas de Torredonjimeno, Jaén, que freían las papas cada mañana. Los vendedores, con sus chaquetillas y su gorra inmaculadas, pasaban por la orilla al grito de “¡llevo el pico y la papa!”. Nos sentábamos a comerlo en las escaleras que subían al paseo marítimo. A veces íbamos al Edificio Madrid a visitar a la Tía Elena, que vivía en Badajoz y era muy rica, o eso nos parecía a nosotros, para que nos diera un duro a cada uno, con el que bajábamos a comprar un helado o una granizada de limón en los kioscos que se ponían en el paseo de cemento. Cuando llegaban las mareas de Santiago el agua subía hasta el paseo y se colaba por debajo de la puerta de las casetas. En aquella época teníamos que guardar la dos horas de digestión los días que comíamos en la playa. Por los altavoces se anunciaba Torrot “el ciclomotor capicúa que primero se sitúa, Conde O’Reilly” y los niños que se perdían “en nuestros locutorio tenemos un niño, dice llamarse Pepito, tiene un bañador azul. Rogamos a sus familiares pasen a recogerlo”. Entonces no había duchas ni lavapiés. Recogíamos agua de la orilla en unos barreños y nos limpiábamos de arena en la caseta, para poder coger el coche del Balneario camino de casa. Si había suerte alguien compraba helado en Los Italianos para el postre o después de comer íbamos al Horno de La Torre a comprar palmeras de hojaldre para merendar. Mi padre nos enviaba a pasar todo el verano en casa de la Tía Maru, que nosotros llamábamos Man, debido a una gracia de mi hermana Elena, que era la que ponía los motes en la familia. La casa familiar de la calle San José 49 había sido de los abuelos, cabíamos allí lo menos 10 personas. Veranos del cine Gades, de Chacolí y de la reunión familiar. Cuando llegó la izquierda al Ayuntamiento decidió tirar todas las casetas, lo que provocó manifestaciones por la avenida con la gente en bañador, parecía que la tierra se iba a abrir bajo nuestros pies. La obra del nuevo paseo marítimo, proyectada por Fustegueras, obtuvo un premio nacional, quedó como ahora se puede ver. Pero aquellos veranos de hace 50 años nos dicen que sin banderas azules, sin policía local, sin duchas y sin lavapiés se puede vivir con normalidad. Dicho lo cual, sin las duchas no se va a ahorrar nada, es todo un postureo. Mejor que limiten los baldeos y las fuentes hasta que se pueda usar agua de la depuradora. Menos propaganda por favor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios