Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

Jamás Hamás

Pecan de notorio optimismo los españoles que afirman que el presidente Sánchez no les representa

Decía Jünger que a veces uno no puede evitar que le escupan en la cara, pero que siempre puede lograr que los indeseables jamás le palmeen en la espalda. Hamás le ha dado unas grandes palmadas en la espalda a Pedro Sánchez. Los terroristas han agradecido su postura “clara y audaz”. Siendo Hamás el grupo que perpetró unos repulsivos atentados de crueldad inconcebible, sus palmadas en las espaldas de nuestro presidente del Gobierno nos envilecen. Porque uno no puede evitar que un grupo terrorista le ataque, pero, como decía Jünger, sí puede salvarse de que le ría las gracias. No haciéndoselas.

Ha propiciado las palmadas la predisposición de Sánchez a reconocer el estado palestino, haga lo que haga Europa, que somos muy europeístas para arrasar nuestro campo, reventar nuestros embalses, hundir nuestra pesca y desmantelar nuestra industria, pero no para hacer una política internacional coordinada con los países más democráticos del mundo. A más a más, reñir sobre el terreno al primer ministro israelí también ha deleitado a Hamás.

Yo me siento mucho más cercano a Israel por múltiples razones culturales y políticas, pero creo que, incluso teniendo una postura más palestina, es posible no incurrir en la indignidad de deleitar a los terroristas. Es una vergüenza haber ofendido terriblemente a Israel por la falta de empatía, por el lenguaje faltón, por el momento inoportuno y por el emplazamiento delicadísimo. Y haber levantado el aplauso de los terroristas (de los de allí, porque el aplauso de los de aquí ya lo tiene).

Algunos entre nosotros afirman que el presidente no les representa. Pecan de notorio optimismo. Si quisieran ser más exactos, tendrían que decir que les gustaría que este presidente no les representase como, de hecho, por desgracia, hace. Ya ni siquiera está en funciones. Explico a mis alumnos que es inevitable que paguen justos por pecadores. Pertenecer a una clase, como a cualquier comunidad o nación, implica unos lazos de solidaridad que también pueden ser cadenas. Les insto a preocuparse, pues, por la clase, para que funcione como la seda, y no tengan que pagar los justos por los desmanes de algunos.

Con un país pasa igual. Del mismo modo que todos los españoles gozamos del inmenso honor de las vidas judías salvadas por el diplomático Ángel Sanz-Briz, ahora todos sufrimos el deshonor de las palmadas en la espalda que los peores le dan a Sánchez, alborozados.

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