LÍNEA DE FONDO

Pedro / Ingelmo / Pingelmo@grupojoly.com

Horia Colibasanu

Un dentista es el ángel del Himalaya que niega el dicho de que a partir de los 5.000 metros la piedad no existe

ESCUCHO una frase que se le atribuye a Doug Scott, el alpinista que domó la cara salvaje del Everest: "A partir de los 5.000 metros no existe la piedad". Escucho a Juan Oiarzábal bramar contra el fin de la solidaridad en la montaña. Ni 6.000 euros por cabeza hicieron a los cuatro sherpas que acompañaban a la coreana laureada Oh Eun-sun quedarse para intentar salvar a Tolo Calafat, atrapado a 7.000 metros en un edema cerebral, cazado por el mal de altura. Pero Oiarzábal sabe que por encima de los 7.000 metros, si has perdido la autonomía, eres hombre muerto. No puedes pedir a nadie que entregue su vida al Annapurna por ti. El Annapurna es un asesino y, si ya has bajado la cota en la que el Annapurna te mata, lo mejor es no mirar atrás. Por encima de los 5.000 metros no existe la piedad, pero existen los ángeles. Uno de ellos es un dentista de Timisoara, Horia Colibasanu. Fue Horia quien acompañó en sus últimas horas a Iñaki Ochoa, otra víctima del instinto criminal de este 'ochomil', un 'ochomil' enano con muy malas ideas. Horia desafió al Annapurna durante cuatro noches cuidando a su amigo. Lo encontraron en la tienda sosteniendo un recipiente de sopa, llorando. Sabía que Iñaki iba a morir. Si hubieran pasado unas horas más, él también habría muerto. Horia coronó el Annapurna el pasado martes. Quiso vengarse de ese 'ochomil' donde, en algún lugar, aún reposa el cuerpo que él veló. Clavó una bandera navarra en la cumbre y el Annapurna encajó mal la estocada. La montaña decidió quedarse con un compañero de la expedición, Tolo Calafat. Esperando el helicóptero, Horia se dio un plazo: si no había noticias, él subiría a por Tolo. No es necesario, le dijo el Annapurna, tu colega ya es mío. Hay algo en el alpinismo que me embelesa. No puedo entenderlos, no sé qué pintan en el Tíbet ni cuál es su reto, pero están allí capaces de demostrar que la piedad no tiene alturas, que los ángeles existen, que hay algo en el alma humana que trasciende cuando desaparece el oxígeno. No hay nadie al que admire más que a este dentista rumano.

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