El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
CADA vez que Fernando Pérez Monguió y compañía se ponen con lo del duende de Cádiz reanudo un debate conmigo mismo acerca del age gaditano. Hay quien piensa que en Cádiz hay gracia y en Sevilla graciosos aunque no estoy muy seguro de tal definición. No sé si en Cádiz hay más gracia que en otros lados pero tengo para mí que el prototipo de sevillano es el del gracioso, por mucho que el Libi cantase aquello de "¿alguien ha visto a un sevillano que sea gracioso?" Imagino que en Sevilla pensarán que Josele, Paco Gandía o Los Morancos pudieran ser arquetipo de sevillanos graciosos. Manu Sánchez es de Dos Hermanas, que casi es un barrio de Sevilla, aunque a veces le noto un humor gaditano en el juego de palabras, por más que últimamente está hecho un friki desde que se ha convertido en estrella televisiva. Desde luego estoy convencido de que cada vez que le ponen una cámara delante a un sevillano se siente en la obligación de soltar alguna gracia. El año que el Libi sacó 'Sevilla tuvo que ser, mi arma' tuvo un incidente con Jorge Cadaval en la barra del Falla. Los Morancos son amigos de María de la O, la que fuera candidata del PSOE a la alcaldía en 1999 (sacó los peores resultados de la historia), trianera ella, como la pareja de humoristas. Jorge le recriminó al Libi, en presencia de María de la O, el tipo de su chirigota, con lo que demostró que entra en la categoría de gracioso más que en el ámbito de la gracia, si viene por ahí la diferencia.
No obstante vemos que en Cádiz también se ha repartido el papel oficial de gracioso. La ciudad que sonríe es el eslogan oficial de la ciudad. A partir de ahí cabe uno imaginarse lo que piensan en España de nosotros. Si uno no tiene gracia, es que no es de Cádiz. Ser gracioso oficial es algo verdaderamente cansado: está uno en la obligación de contar el mejor chiste, tener la ocurrencia más ingeniosa, partirse de la risa con cualquier cosa y hacer que los demás se tiren al suelo aunque a uno le duela el estómago, tenga a un familiar en situación delicada, haya dormido mal o se haya peleado con la parienta. Sin descanso, las 24 horas del día. A mí me gustaba más Cádiz la ciudad de la libertad como idea de ciudad. Me parecía más original, entroncaba con nuestra historia y no nos obliga a nada. Los guiris que nos visitan no creo que busquen la gracieta porque no entenderían nada ("guachisnai, tutti contenti tragati en buti nati guarnaja quédate en Cai"). Pero todos los madrileños que nos convocan por internet, los musicólogos gallegos, los bilbaínos del Novo, los sevillanos carnavaleros y demás especímenes que vienen a visitarnos esperan de nosotros que estemos a la altura de las circunstancias. Es como ir al Serengetti, que quieres ver cómo un león se come a un ñu, en Machu Pichu ver a una llama o en Yellowstone a un búfalo. Si no lo vemos es como si no hubiéramos viajado. Un masai saltando en el Ngorongoro, un alemán bebiendo cerveza con un sombrero tirolés y unos pantalones bávaros y un inglés gritando en un campo de fútbol. Pues lo mismo aquí: un gaditano que no sea gracioso es que no es de Cádiz. Salga o no salga en el libro del Mongui.
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