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Era el mejor candidato, pero Feijóo tardó excesivamente en anunciar su decisión y Alejandro Fernández llevará esa losa durante la campaña catalana. Sus rivales pondrán el acento en que el presidente del PP dudó a la hora de designarle candidato porque no confiaba suficientemente en las capacidades del presidente regional de su partido.

Sin embargo, Fernández era el mejor de los posibles, lo reconocen la mayoría de los ocupantes de Génova. Conoce la política catalana mejor que cualquier otro dirigente del PP, y se mueve muy bien en el proceloso mundo parlamentario, lo que es importante cuando hay tanto que debatir, e incluso negociar, en Cataluña. En la otra cara de la moneda está que apenas “ha hecho partido”, que significa que no ha puesto suficiente afán en organizar a sus huestes. Le habrán dado un toque en ese sentido.

Aun así, era el que contaba con la trayectoria más completa. No ha sido ministro como Dolors Montserrat, que ha encontrado su sitio en Bruselas, aunque le trasladó a Feijóo que aceptaría lo que él considerase mejor para el partido.

No es menor el asunto del candidato del PP en Cataluña. Para Feijóo y Fernández es clave conseguir un buen número de diputados, no sólo por el prestigio del partido sino porque el 12-M se juega el futuro de Cataluña y de España entera. Se juega los catalanes sean gobernados por constitucionalistas o por independentistas. Ninguna tontería.

Se da por hecho que las elecciones las ganará el socialista Salvador Illa, que logró un excelente resultado en las generales del pasado julio, pero ha llovido mucho desde entonces. Pedro Sánchez sigue contaminando a su partido para mal y sus candidatos reciben el castigo a su jefe de filas, pero además Illa ya no presenta un currículum impecable como hace meses: sus cuentas como ministro de Sanidad durante la pandemia hoy aparecen turbias, porque en ellas han metido mano Koldo y su red de comisiones ilegales, precios desorbitados y decisiones que, a pesar de la urgencia por comprar material sanitario, que todo el mundo comprende, la urgencia tapó operaciones deleznables que ahora salen a la luz.

Si el PP logra los 9 o 10 votos con los que sueña Feijóo –parte de 3– esos escaños serían cruciales para impedir un Gobierno independentista manejado por Puigdemont y Aragonès, a los que solo une el objetivo común de gobernar para promover un referéndum independentista o, peor aún, una declaración unilateral de independencia del Parlament.

Si fuera necesario el apoyo del PP para que los catalanes tuvieran un gobierno constitucional, Feijóo pondría precio: pie en pared contra el independentismo. No está claro que Sánchez hiciera lo mismo.

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