Flexiones, inflexiones, reflexiones

Nos jugamos mucho, pero nada lo es más que la libertad de conciencia y que la libertad de convivencia

En las elecciones de 2012, en un colegio electoral de Córdoba, se presentó a votar un señor de perfecto falangista con camisa azul bordada (ayer o Dios sabe cuándo) de rojo y sus correajes. Votó con total normalidad y se fue sin mayor alboroto. Uno de los vocales de la mesa, picado de la curiosidad, cuando llegó el recuento se puso a buscar, cual aguja o flecha en un pajar, la papeleta de Falange Española. No estaba. El audaz falangista había tirado de cálculo y había escogido alguna papeleta con más papeletas. Perfectamente uniformado, pero no votó conforme a la vestimenta.

La anécdota tiene gracia, pero quizá muchos no se rían si piensan que es, además de una anécdota, una advertencia. Vamos por la vida con nuestro orgulloso uniforme de principios y opiniones, pero a la hora de votar, echamos nuestras cuentas, y votamos como si nuestro voto fuese el botón nuclear.

Hoy toca animar a votar y yo me animo a animarlos y a un poco más: a animarlos a votar en conciencia. El voto, una vez que entra en la urna, empieza una azarosa vida de contabilidades, proporciones de la ley d'Hont, sumas innecesarias y restas decisivas, así que, en frío, es imposible predecir cuál pueda ser su casi infinitésima utilidad. En cambio, mientras va en su bolsillo o sale de su mano, es su único voto, el que gana, no por mayoría absoluta, por unanimidad. Piense lo que usted piense, vote eso. Y, por supuesto, piense lo que usted piensa. En los últimos días de la campaña han arreciado las presiones, en medios de comunicación y en las conversaciones, que parecen marcar unas posturas como oprobiosas. He visto a gente orear orgullosamente que retiran su amistad a cualquiera que piense votar a tal partido. Hay que desarticular esos métodos de coacción de la manera más eficaz posible: no haciéndoles ni caso. Ni por pasiva ni por activa: sin darse por enterado de esas declaraciones ultravitaminadas y sin negarle tampoco la amistad a nadie.

Sin duda que en estas elecciones nos jugamos cosas importantísimas, pero ninguna lo es más que la libertad de conciencia y que la libertad de convivencia. Tratar de socavar la una o la otra es más totalitario que nada. Por eso, que cada cual reflexione lo suyo y que a la vez no deje que le flexionen. Puede que esta noche se produzcan algunas inflexiones, pero al menos se tiene que dar una. La de que aquí cada cual vota lo suyo sin interferencias ni inferencias.

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