M e había prometido a mí misma no hablar en estos pequeños artículos de Sevilla o Jerez. Bastante sufrimos los gaditanos decentes y de orden con el Carnaval para tener, encima, que soportar que nos hablen de ciudades libres de la fiebre carnavalesca.

Pero no tengo más remedio. Lo de Sevilla -bonito nombre de ciudad por cierto- es inenarrable. Es una alegría pasear por esas calles tan limpias y poder hablar con sus gentes, que no tienen ni idea de lo que es una comparsa o una chirigota. He vuelto de allí y nadie ha oído hablar de Bienvenido, Canijo o Martínez Ares.

Yo creo que los gaditanos debemos exportar el Carnaval. Lo digo en serio. En Sevilla deberían levantar un teatro al estilo del Falla, con sus palcos, sus butaquitas y su gallinero.

Y que allí canten a sus barrios, al Tardón, a las Tres Mil Viviendas o al embrujo del barrio de Santa Cruz.

Que canten a la Giralda, a la Torre del Oro, a la belleza del Guadalquivir y al azahar del paseo de las Palmeras.

Les podemos mandar a Vicente Sánchez, ahora que está en el paro político, a diez o doce autores de los que ya no se comen una rosca en Cádiz y a un batallón de antifaces de oro.

Un Teatro Falla y un Carnaval para Sevilla.

Y así los gaditanos podríamos dejar de mirarnos el ombligo y pensar de una vez en recuperar la Zona Franca, el muelle, la pesca y los astilleros.

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