Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Extraño mes de julio este, que pasa del viento fresco a la ola de calor. Quizás era ese el mismo viento que, mucho más al norte, agitaba con violencia el flequillo de Boris Johnson mientras él se abrazaba a una farola incapaz de dejar el poder. Quizás el pobre Boris se atrincheraba en Downing Street sabiendo que ya ni los suyos le iban a perdonar sus graves faltas. Pobre Boris contra su tiempo: antieuropeísta, festero y opaco. Pero no hay que alarmarse. El excéntrico y populista Boris no es sino uno más de esos políticos de nuestro tiempo a los que tanto cuesta dimitir, irse, quitarse de en medio, hacer mutis por el foro… ni siquiera cuando se lo pide su partido y se lo reclama su país. Porque, entre otras muchas cosas, la política también es ese recinto oscuro donde habitan la vanidad, la ambición y la incoherencia.

Extraño mes de julio este, con cerezas a ocho euros y melones que valen su peso en oro, mientras se hace imposible encontrar mesa en los restaurantes y las carreteras se inundan de vehículos por cuyas venas circula gasolina también a precio de oro, que, además, contamina el aire que respiramos. Durante tres días Huelva se ha quedado sin tren a Sevilla para mayor gloria de los combustibles fósiles y eso ha hecho que protesten unos y otros pongan paños calientes: todo depende del color del cristal con el que miran y aunque los primeros duden del cambio climático y los segundos estén volcados en la transición energética. Ya cambiarán las tornas para otros temas: todo sea no hablar nunca en contra del propio gobierno, mal que le pese a la ciudadanía.

Extraño mes de julio este en el que unos piden que se suban los salarios y otros se resisten a reducir sus beneficios empresariales, mientras reclaman que se les rescaten sus negocios, se les bonifiquen los gastos energéticos y se les abran líneas de crédito especial. Entre unos y otros, la inflación galopa a lomos de la guerra: como siempre que hay guerra, como siempre que alguien o algo mete un palo en la rueda.

Extraño mes de julio este en el que sigue saliendo el sol mientras Ucrania es bombardeada y mientras decenas de inmigrantes -sudaneses en su mayor parte- mueren en la valla de Melilla huyendo de una guerra que, a diferencia de la otra, nos preocupa poco o nada, pero que asola su país desde hace, al menos, nueve años. ¡Hasta para ser refugiado hay que tener suerte en la vida!

Extraño mes de julio este en el que miles de millones de toneladas de trigo esperan en los silos de Odesa mientras 18 millones de personas pueden morir de hambre en el Sahel. Pero el Sahel está muy lejos. Niger, Mali, Burkina Faso no nos pillan ni de camino. Y, mientras ellos no tienen pan, nosotros lamentaremos que el kilo de sandía nos cueste casi dos euros y que sea tan caro enchufar el aire acondicionado.

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