obituario

María Del Carmen / Cózar Navarro / Academica Directora

El fallecimiento del Excelentísimo Señor Don Alberto Orte Lledó

EL Excelentísimo Señor D. Alberto Orte Lledó, Contralmirante y Académico de Honor de esta Real Corporación Hispano Americana, nos ha dejado, discreta y casi diríamos que amablemente, como siempre fue, como suelen serlo las personas de auténtica talla humana e intelectual. El pasado domingo por la tarde, su corazón dejó de latir, pero él siempre vivirá en el recuerdo de cuantos tuvimos la dicha de conocerle y disfrutar no sólo de su saber, como eminente científico que era, sino de su sabiduría, que lúcidamente seguía prodigando desde la atalaya de sus noventa y uno años cumplidos. Quien fue una figura internacional en la medida del tiempo, se habrá encontrado cara a cara con la intemporalidad eterna de Dios, en cuya presencia vivió, hasta su última hora.

Alberto Orte nació en Melilla, en 1919 en el seno de una familia española con raíces en la Argelia Francesa. De ahí que el francés fuese, para él, una lengua familiar, junto a su materna lengua española. En 1937 se incorporó voluntariamente a la Armada y sirvió como Marinero a bordo del Crucero "Canarias". En 1939, recién terminada la guerra, ingresó en la Escuela Naval Militar de San Fernando. Alférez de Navío cuatro años después, volvió al servicio a flote, desempeñando diversos destinos de mar como oficial. Tras navegar no pocas singladuras, sus inquietudes científicas y su tendencia a la actividad intelectual le harían avizorar un nuevo horizonte y así, siguiendo una de las mejores y más antiguas tradiciones de la Armada, inició su carrera científica en el seno de la institución naval.

Tras cursar estudios avanzados de Ciencias Físico-Matemáticas, y los de Diplomatura en Astronomía y Geofísica, en la Escuela de Estudios Superiores de la Armada, se especializó en la medida del tiempo en el Buró internacional de la Hora, de París. En 1950, regresó a España y se incorporó a su nuevo destino en el Instituto y Observatorio de Marina de San Fernando, donde dio comienzo a su actividad científica y docente, primero como responsable del Servicio de la Hora de la Sección de Astronomía y, más tarde, como Jefe de dicha Sección. Su estudio de la medida del Tiempo, basándose en observaciones astronométricas con los limitados instrumentos de que disponía, ofreció pronto resultados coincidentes con los obtenidos por observatorios dotados de medios más modernos, de tal forma que la calidad de su labor quedó reflejada en el informe mundial sobre la rotación de la Tierra 1959-60 como "muy notable".

Ante tan brillante ejecutoria, el Observatorio de Marina fue seleccionado, desde un principio, para el estudio internacional de la Hora. Con penetrante visión de futuro, Alberto Orte impulsó entonces la modernización del instrumental del centro, más allá incluso de la medida del Tiempo, lo que dio paso a la incorporación del Observatorio a los Servicios Internacionales del estudio de la Rotación de la Tierra y del Movimiento del Polo. Ya Almirante Director del Real Observatorio, entre los años 1977 y 1985, emprendió el proyecto de dotación de un nuevo equipo horario que, comprobada su eficacia por el Buró Internacional, permitió la entrada del Real Observatorio de Marina y, por tanto, de nuestro país, en la elaboración del Tiempo Atómico Internacional, siendo desde entonces responsable dicho centro naval del patrón Nacional del Tiempo y mantenedor de la Hora Oficial de España.

La comunidad científica internacional ha venido reconociendo el prestigio científico de Alberto Orte con diversos nombramientos y distinciones. Ya en 1957, fue nombrado delegado de España en el Comité Consultivo de la Definición del Segundo en el Buró Internacional de Pesas y Medidas y, en 1961, miembro de la Unión Astronómica Internacional, de la que llegaría a ser Vicepresidente, y Presidente, en 1976. Ese mismo año fue nombrado miembro del panel directivo del Buró Internacional de la Hora. Asimismo, el mundo académico ha disfrutado de su fecundo trabajo intelectual. Fue Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de Número de la de San Romualdo, de San Fernando, Académico de Honor de la Real Academia Hispano Americana y Medalla de Oro del Instituto de Academias de Andalucía.

Como Directora de la Hispano Americana, me hago eco del sentir de mis compañeros, que se une al mío personal, al decir que Don Alberto deja tras de sí una estela de excelencia difícil de igualar. A su brillante trayectoria profesional, se unía, como en el ideal renacentista, su erudición histórico-científica, su fluida expresión oral y literaria y una entrañable inclinación a la poesía, de cuyas nobles artes da testimonio su obra publicada. A tan notables cualidades, unía una gran calidad humana, que le granjeaba el respeto y la admiración de quienes teníamos el honor de ser sus compañeros y, más aún, de todo aquél que le conocía. Estaba siempre ahí, cuando más se le necesitaba, sin que su nombramiento como Académico de Honor, después de tantos años siéndolo de Número, le alejase de la vida corporativa. Tenía siempre la palabra justa, el consejo tan sabio como prudente, con el que sabía quitar importancia a las cuestiones más espinosas, haciendo que todo pareciese fácil.

Ferviente cristiano, padre ejemplar, abuelo entrañable, amigo de sus amigos, militar sin tacha, competente marino y sabio científico; en fin, escritor y poeta, al marchar al encuentro con Dios, no nos deja vacíos. Rendida en Cádiz su última singladura, como la última Flota de Indias bajo el mando de su antecesor D. Antonio de Ulloa, también almirante y científico, cuyo relato regaló Don Alberto a sus lectores en su último libro, nos lega un testimonio de vida ejemplar, un modelo a imitar en nuestra vida privada, profesional y académica. Descanse en paz, buen caballero.

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