Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

'Et in Arcadia ego'

Gracias al ingente y denodado esfuerzo de agricultores y ganaderos disfrutamos de una dieta variada y sana

Idealizar la vida campestre es una cantinela urbanita desde que el griego Teócrito creara la poesía pastoril allá por el siglo III a.C. Quizá los habitantes de la polis, que vivían a la sombra del Partenón, añoraban un lugar donde hubiera "aquí una fresca y cristalina fuente, aquí hay de verde yerba blando lecho y aquí murmura el grillo diligente". Versos estos deLos Viajeros, salidos de la feraz imaginación de Teócrito, tan largamente imitado. Virgilio en Roma, Garcilaso, Bocaccio y Sannazaro en el Renacimiento y hasta en cierto modo, Iriarte y Samaniego en sus fábulas dieciochescas. Para todos, la Arcadia feliz de Teócrito fue el locus amoenus, el lugar idílico y el recurso literario donde la sombra de los árboles, las verdes praderas y los arroyos, lagos y regatos simbolizan la máxima perfección de la naturaleza. Luego ya vino Walt Disney y los ratones pasaron de ser perseguidos con la escoba a usar guantes blancos y llamarse Mickey.

La naturaleza es cruel, agraz y violenta, tanto como sensible, hermosa y amigable. No hay paraísos ni infiernos absolutos. Pero lo que es inadmisible es pretender desde la más absoluta indigencia intelectual del urbanita, ordenar cómo ha de ser el campo. Ni el cuadriculado jardín francés que pretendía sojuzgar la naturaleza, ni el inglés que ansiaba imitarla románticamente, la representan. La mayoría de los que pontifican sobre la agricultura y la ganadería se marearían viendo el parto de una vaca o matando a un pollo y son incapaces de distinguir el trigo del centeno o las cebollas de las cebolletas sin leer la etiqueta. Y en el campo no la llevan. Ni etiqueta, ni código de barras.

Cultivar pimientos y tomates en la terraza o criar pollitos en casa no pasa de ser una excentricidad. Y es más agradable cuidar un patio de geranios, cintas y aspidistras. La cruda realidad está en alimentar a miles de millones de seres humanos. Y eso es radicalmente imposible si aspiramos a que el sector agrario se componga de recoletos huertecillos e idílicas vaquerías como si fuéramos María Antonieta en su aldea del Petit Trianon. Proporcionar alimento en cantidad y calidad ha sido el desafío del siglo XX. Gracias al ingente y denodado esfuerzo de agricultores y ganaderos disfrutamos de una dieta variada y sana en una sociedad bien alimentada que ha olvidado hambrunas y carencias. Respetemos a quienes saben y dejemos la soberbia del urbanita en un cajón.

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