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Dragoncitos a mí

Nadie que bebe el vino añejo querrá después el nuevo, porque el añejo es mejor,y más si está bendecido

Mañana es un día estupendo para beber vino. Todos, claro, pero mañana más, si cabe, e incluso los impenitentes cerveceros deberían hacer una excepción. Celebraremos san Juan Evangelista, al que intentaron envenenar en el vino, seguros de que lo bebía hasta al fondo, pero antes –tanta era su santidad– se paró a bendecirlo, y salió entonces de la copa una serpiente verde o un pequeño dragón. Ya sin veneno, se lo bebió entero tan campante.

Por eso, la tradición era llevar mañana a misa una botella de vino, que se bendecía. Y cada vez que se abría una botella nueva se le echaban unas gotas de ese vino de san Juan. Para echar a los dragones del vino. El vino bendecido también se utilizaba de estupendo sacramental, y se daba en las bodas, antes de las batallas y en las agonías, momentos todos trascendentales. Preciosa tradición, que había caído en desuso.

La vamos a retomar. El conservadurismo es trinitario: guardar lo que aún tenemos, recuperar lo que se perdió y crear cosas nuevas que merezcan ser conservadas. Que yo sepa, habrá bendición del vino en Valencia, en la capilla de San Juan del Hospital, a las siete y media de la tarde, para tomarse otros vinos después, ya puestos. Y habrá bendición en Jerez, que no hay ciudad más apropiada para bendecir el vino, a la misma hora (19:30), y en la capilla de Nuestra Señora de los Remedios, que, hablando de vino, viene de suyo. Por lo que remedia el vino en sí; y porque Nuestra Señora remedió a tiempo la falta de vino de Caná.

La Santa Misa de Jerez será según el rito tradicional, que también pega más con la intención de sostener la hermosa bendición. Y con el mundo vitivinícola, donde brilla por su propio mérito esta cita evangélica indiscutible: “Nadie que bebe el vino añejo querrá después beber el nuevo, porque dirá que el añejo es mejor”.

La belleza de esta bendición tiene onda expansiva. Es la mejor inculturación, como se dice. A la buena costumbre inmemorial del hombre de beber vino, la Iglesia le reconoce su bondad, por eso la bendice, y también su peligro, por eso le expulsa los dragoncitos que puede llevar dentro. Añade un rito más (o sea, otra hermosura) al hecho de descorchar en casa cualquier botella. Yo ya he pedido a los Reyes una pipeta de cristal para verter ceremonialmente las tres gotas del vino bendecido en cada botella que nos vayamos a beber en este año. Mi devoción a san Juan Evangelista va a crecer por días.

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