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Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Dejen al ajo en paz

Lo de que huele mucho es un mito, como el de los vampiros. Lo que huele es la falta de cuidado

Victoria, además de la posh–“pija”– de las Spice Girls, es la mujer del apolíneo interior derecha inglés David Beckham, gran lanzador a balón parado y caballero en el campo. Fichado él por el Madrid, ella no se adaptó a España, y su queja más memorable fue “España huele a ajo, ¿o es cosa mía?”, aunque con el tiempo haya negado haberlo dicho... ¿o será que sólo cambió de opinión, adelantándose a Sánchez (PSOE) y Guardiola (PP)? Ella, por lo visto, no era muy aficionada a comer, por lo que su criterio debemos considerarlo de oídas, o mejor, puramente olfativo. Dijo el mexicano Icaza que no hay mayor pena que la de ser ciego en Granada; pues no hay mayor pena que la de pasar por la vida sin disfrutar del ajo.

Para quienes heredamos la costumbre de desayunar, junto al colacao y con el tiempo al café, una tostada, a ser posible rebaná de telera, acariciada con un diente de ajo, con unas alegrías abiertas a cuchillo, rociada sin mucho pudor de aceite de oliva del bueno y, para redondear el ritual, una pizca de sal gorda, el factor ajo es un hecho diferencial. Me declaro nacionalista del ajo: en filetes dorados, en cualquier salsa o potaje, crudo, en aliño. Una ristra del bulbo picantón en una cocina es un adorno y una utilidad cotidiana que ahuyenta a la pena más que a los vampiros. Lo de que huele mucho es un mito, como el de los vampiros. Lo que huele es la falta de cuidado; qué culpa tiene el ajo. Todos los pájaros comen trigo, y la culpa, para el gorrión. A moqueta sospechosa y papa cocida no huele en España, Vicky.

Esta semana hemos asistido a otro ataque al ajo. Y lo peor es que lo ha propinado un escritor reconocido por su veneración a los productos de la huerta cercana a su mitificada Malvarrosa, a las verduras mediterráneas hechas al carbón o la plancha, o sencillamente en crudo y con un chorreón de oro verde, como la tostada. Manuel Vicent nos ha dejado pasmados: “¿A qué huelen la Comunitat Valenciana o la de Extremadura? Sin duda, allí habrá políticos excelentes del PP llenos de sentido común dispuestos a llevar la política por cauces dialogantes, pero por mucho que se esfuercen, ya huelen a ajo, ya saben a Vox”. La militancia mediática de izquierda parece entregada a hacerle la campaña a Vox, el monstruo de turno, el que habita en el extremo del otro bloque (ya saben, nuestro sistema ha roto en bibloquista). Leí de mozo dos veces una colección de textos del nuevo apóstata del ajo, de magnífico título: No pongas tus sucias manos sobre Mozart. Tome usted su bumerán: “No pongas tus sucias manos sobre el ajo”. Qué Vox ni Vox.

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