Defenderse es ser

España se juega su ser o no ser en su capacidad y aún antes en su voluntad de defenderse

Según Jacinto Choza, catedrático de antropología de la Universidad de Sevilla, a los enemigos hay que amarlos no sólo para cumplir con el magnánimo precepto evangélico, sino también por gratitud. Su existencia nos ayuda a definirnos por contraste, esto es, a delimitarnos y conocernos. Ramiro de Maeztu lo cinceló: "Ser es defenderse", porque si uno no se defiende (y con él a su circunstancia y a sus principios) termina disolviéndose o desparramándose.

Esto nos permite ver la oportunidad que nos brinda la crisis de soberanía en Ceuta frente a Marruecos. Es una maravillosa oportunidad para defendernos, que tanta falta nos hace aquí desde hace mucho tiempo. Con las elecciones madrileñas, hemos recordado que Madrid era el rompeolas de todas las Españas, según feliz expresión de don Antonio Machado. Ahora el rompeolas se ha desplazado a ese espigón de Ceuta. Es lo que tiene una nación, que su centro neurálgico está en todas partes.

En Ceuta más, porque atañe a la integridad de la nación, y a algo que va más allá de su territorio, que es nuestra entereza moral. Por eso, la frase de Maeztu viene al pelo. La defensa de Ceuta es la de la esencia propia. De hecho, la sensación que transmite es la poder ser el último estertor de una época, como no se resuelva bien.

No soy un experto -ni siquiera un amateur- en política de defensa ni en política internacional, y lo que estoy leyendo estos días pone los pelos como escarpias. Hay tres o cuatro cuestiones básicas que hemos de entender de una vez los que no somos expertos a un lado y otro de la frontera. Urge acabar con el efecto llamada de una forma tajante. No puede permitirse que quien entra en España saltándose la ley se quede para seguir delinquiendo o no, porque delinquir ya lo hizo cuando pasó pisoteando nuestro ordenamiento. Y luego hay un segundo efecto llamada, que es la llamada al chantaje. No se puede dar "ayuda internacional" como mecanismo para comprar cooperación. Se abona el terreno para futuras extorsiones y se arrastra por el suelo el nombre y el concepto de que lo que debería ser la cooperación.

Estas oleadas de asaltantes son una oportunidad (desesperada) para armar nuestra propia defensa. En el sentido metafórico de erigir un frente diplomático realista, coherente y eficaz; y en el literal de tomarse en serio nuestro presupuesto militar. Luego no podremos decir que nadie nos avisó por activa y por delictiva.

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