El compañero Miguel Guillén lanzaba sin quererlo el otro día una andanada a mi nostálgica mente con su reportaje sobre Chacolín, ese guiñol que yo disfruté en Canalejas y, sobre todo, en la Alameda junto a la fuente y el Banco Rey. Tiempos en los que pasábamos de Chacolín a lanzarnos las pelotitas que eran los frutos del ficus, luego a jugar a la pelota en San Antonio, más tarde a echar un campeonato de tapones en una casapuerta del barrio, para acabar jugando al contra o al 'puli en alto' por los bancos de cualquier plaza. Ahora también saltan los niños de una actividad a otra. En días lectivos, de la tarea al estudio y de ahí a la actividad extraescolar de turno, para regresar de nuevo a los deberes y caer rendidos en la cama. En días festivos, de las tareas a la play-station, luego al móvil, otro rato a la tablet y vuelta a los libros. Juzguen ustedes qué infancia es más bonita. Yo lo tengo muy claro.

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