El Palillero
José Joaquín León
Navidad de la Esperanza
HAY comercios que son algo más que comercios, bares que son algo más que bares y hay establecimientos que son símbolos; o iconos, como se dice ahora. Es el caso del Salón Italiano (vulgo Los Italianos), refugio de un Cádiz histórico que aún no se ha perdido del todo. Quizá no nos damos cuenta de su significado, o sí, pero lo olvidamos. Hasta que lo vemos cerrado en las frías tardes de invierno, cuando la calle Ancha se vuelve un tanto fantasmagórica, entre la lluvia que se desliza por los cierros y el viento de poniente que deja repelucos por las esquinas. Y en la soledad, porque algunas veces Cádiz es una ciudad de soledades.
Entonces, en esas tardes de invierno desapacible, es cuando se le da la razón a Gianni Campo. ¿Quién va a comprar un topolino en una tarde así? Cerrar o no cerrar en invierno es asunto serio, que tiene sus partidarios y sus detractores. Porque, dando por supuesto que también funciona como cafetería, podría ser más de cafés en invierno y más de helados en verano. Pero esto es como un ritual, que tiene su gracia. Cuando abren el Salón Italiano en marzo ya es primavera en Cádiz y en El Corte Inglés, los dos únicos sitios donde llega antes de tiempo.
Este salón, cafetería, heladería, o lo que sea, tiene menos de un siglo, pero es heredero de otros tiempos. Es del Cádiz burgués. Fue Karl Marx el que le dio una connotación peyorativa a esta palabra, desde una perspectiva roja de la revolución industrial. Pero en Cádiz tiene una connotación positiva, pues nunca se ha vivido aquí mejor que en los tiempos burgueses. Algo bueno tendrían esos comerciantes y esos barcos que iban a América, de ida y vuelta. Nadie preguntaba si llegaban o no las carabelas portuguesas. Desde las torres miradores se veían las goletas y los bergantines.
El Cádiz de Los Italianos es el Cádiz que aún pasea por la calle Ancha. Es el Cádiz que se sienta a mirar, como esperando a alguien que ya nunca llegará. Es el Cádiz de la plaza de San Antonio y de la calle Veedor. El Cádiz que iba a misa a la parroquia donde está ahora el padre Óscar, el Cádiz del Casino Gaditano, el de Pemán cuando vivía él mismo en su casa. Esa plaza mayor que ahora se ha quedado para el pregón del Carnaval.
Es un mundo del que aún quedan retazos. Como si unos anticuarios lo hubieran rescatado del tiempo. Por eso, cada año, después del invierno, cuando abren Los Italianos , es como un suspiro de alivio. Todavía no se ha perdido todo.
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