Avanti con la guaracha

HACE unos días la alcaldesa de Cádiz pidió, como pide ella las cosas, que el aeropuerto de Jerez pase a denominarse Jerez-Cádiz. Su mejor argumento fue que “no todos saben dónde está Jerez”. Su homóloga de Jerez le replicó que el puerto de Cádiz sea entonces de Cádiz-Jerez.

Asistidas de pompa escénica, Ellas, las alcaldesas de Cádiz y Puertatierra y la de Jerez y la Frontera, recurriendo sin vacilar al genio del arte oratorio, hablando con el aplomo de quienes ignoran la duda, han abierto la más candente cuestión entre Cádiz y Jerez, o tal vez entre Jerez y Cádiz. Con la que está cayendo, podrían rivalizar en quién tiene más paro, o en cuál de las dos ciudades es más difícil el acceso de los jóvenes a la vivienda, o cuál tiene el transporte público más deficiente; pero no, prefieren jalear bajos instintos cebolleros, argumentar como una grada de fútbol y apadrinar el catetismo localista narcotizante: Villarriba y Villabajo. Haciendo provincia. Ellas.

Y aún no han llegado a lo esencial: qué nombre va primero, si Cádiz o Jerez, si Jerez o Cádiz. Ahí está el debate. Claro, con los nombres dobles pasa que el primero es el más importante. Un poné: Isabel, una marimandona, y Fernando; Pirri y Zoco, el jugón era Pirri. El otro era un largo que subía en los córners y que no tuvo más remedio que cargar con María Ostiz; Marx era el que escribía y Engels no era ni rojo ni nada. Esto es así desde siempre, mira Ortega y Gasset: Ortega era el que pensaba y Gasset hacía las fotocopias; o Ramón, todo el día mirando por el microscopio mientras que Cajal estaba en el bar. Los ejemplos son infinitos: Simon y Garfunkel, Indíbil y Mandonio, Popeye y Rosario, Sergio y Estíbaliz, el Gordo y el Flaco, Pixie y Dixie, Mark&Spencer, Cáceres y Badajoz, el divino y sus impacientes...

Eso, que se pongan de acuerdo en qué nombre va primero, no sin proponer antes que el Vaporcito sea del Puerto y Cádiz. Y el Bicentenario del Doce y Gabana. Y Ellas, como decía el rockero Silvio, avanti con la guaracha.