La aldaba
Sánchez entra en los templos cuando quiere
Antonio Caro Gil es un torero cristalino, en la más rigurosa acepción del término. Su arte es transparente, brillante, delicado y puro, al mismo tiempo que de una fragilidad extrema. El domingo, 17 de agosto, afectado sin duda por el tormentoso prólogo de una corrida que se sorteó -y mal- casi a la hora de hacer el paseíllo y por los fantasmas que frecuentemente asaltan su espíritu soñador y errabundo, echó un singular borrón en su corta carrera de matador de toros.
Me dicen que está pasando por momentos delicados y temo que su moral quebradiza amenace con venirse abajo. Sería una lástima que esto último le indujera a tirar la toalla; no sólo para él, también para la Fiesta, necesitada siempre de diestros dotados de ese escaso e inapreciable tesoro que Caro Gil posee: personalidad.
Estas líneas, Antonio, a ti dirigidas, quisieran ser tónico y bálsamo para tu herido orgullo de torero. Desde que iniciaste tu andadura con aquel ciclo de novilladas sin caballos patrocinadas por Canal Sur TV, de la que saliste vencedor, he seguido tu irregular trayectoria y te he visto torear siempre que me ha sido posible. Como yo hay muchos otros que te siguen y se interesan por tu carrera, porque les atraes mucho como torero. Los que te conocemos taurinamente hablando, sabemos de la facilidad con la que puedes pasar de la cima a la sima; pero también de la hondura y singularidad que hacen de tu toreo algo distinto y te convierten en un diestro de altísimo interés.
Dicen que tu carácter no es de fácil trato, que estás solo y un poco quizá por culpa tuya. Es un sambenito del que deberías desprenderte, porque ahuyenta a posibles apoderados y mella tu fama. Me gustaría advertirte, al respecto, que tu personalidad no tiene por qué refugiarse en las rarezas; que "ser uno mismo", como tú eres, no está reñido con la condescendencia hacia los demás y con la aceptación de situaciones poco o nada deseables que todo torero ha tenido que afrontar y superar.
Lo tuyo es torear, muchacho; aunque tu irregularidad te lleve a ser otro "Ave de las tempestades", al estilo de aquel inolvidable Lorenzo Garza, perito capital en glorias e infiernos. Así te queremos, grande en la luz y en las tinieblas, y divorciado siempre de las medias tintas. Por tanto, limpia de telarañas tu mirada, barre todas las dudas de tu ánimo, oxigena tu mente y vuelve a emocionarnos con esa soleá que te sale del alma. Y disfruta, como el año anterior en Vera o en la pasada feria de Jerez, pasándote los toros por la faja con ese sello tuyo puro e intransferible. Tienes el duro y lo puedes cambiar.
¡Ánimo, torero!
A sacarte la espina y a seguir en la lucha.
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