Tan callando. Tan lógica en su ilógica. Porque nadie quiere pensarla. Sentirla. Que te roce siquiera como una bala o una mosca. Hoy con los cadáveres de la pandemia se siente tan cerca que va a psiquiatrizar a la sociedad. En esa misma mañana me sonó el teléfono muchas veces. Muchas. Que la muerte había sellado a mi amigo Pedro González Tuero. Me llamaron muchos amigos. Y sólo porque era un rumor que, desgraciadamente, más tarde se confirmaría. Tanto Juan Carlos Carrillo, el profesor Vázquez Bermúdez, Rafael Muñoz, Melchor Ramos Alba, Andrés Castilla , Pepe Rodríguez Pájaro, Sisita Menéndez, Desi Gómez, David Orce, Luigi Villanego, yo qué sé… Creo que al principio no me lo creí. Tuero era dado a usar distintas rutas en sus bromas. Pero más tarde, tuve que aceptarla. Y darle mi sentido pésame a José Luis Traverso González, primo del fallecido y amigo íntimo, desde el bachillerato en el Estrada.

No me gustan los obituarios. Estoy de acuerdo con el punto de vista de Fernando Santiago quien el otro día lo convirtió en artículo. Entre otras cosas llamaba a la humildad, ¿eso qué es? cuando rogaba “no sea usted más importante que el difunto, no pretenda que nos creamos que si no fuera por lo que cuenta de su relación con él, la vida del muerto no sería como fue”.

Me da pudor. Sé que hicimos un programa de Radio en 2011 que tuvo una gran aceptación cultural con eco porque nos lo tomábamos muy en serio en su contenido y a broma en su desarrollo. Sé que le queda en su casa un libro de poemas que estuvo escribiendo y que iba a editar Antonio Perete. Sé que estuvimos de Jurado en los premios de micro relatos de El Corte Inglés para escolares, en los Premios Andalucía de Poesía y prosa, en conferencias sobre la generación del 27 en el Instituto Isla de León. Sé que estuvo en la reaparición de la Tertulia áMBITO, y sé que desde su cierro, nombre de sus artículos en Diario de Cádiz, iba diciéndonos a todos lo que le gustaba o lo que no veía en su Isla y en Chiclana. Recuerdo conferencias en Cádiz, sobre lenguaje con Susi Cigüela, en el Ateneo de Chiclana, o en la Isla en su Rebotica y en el Casino de la Alameda. Su pregón del Rocío chiclanero. Su publicación de Lagartillo en una antología de relatos que coordiné con Antonio Sánchez Aguilera, también recientemente ido pero no olvidado. Todo esto lo escribo secuencialmente para, si es posible, que el olvido no apague tan pronto su recuerdo.

El dolor mental es una mañana íntima. Te aísla dentro de ti. Un ciego decaimiento silencioso no le importa a nadie. Ni que salgas al sol buscando calor. (Hablo así en breves metáforas). Es el dolor de pérdida y ajuste. El cariño, muchas veces, es un prejuicio sentimental. No hay árbol que no haya azotado el viento. Ni esperanza que no deba ser verdad.

Hoy en este nuestro Diario de Cádiz, falta él. Faltarán sus lunes en sus páginas. Faltaran sus palabras. Y se nos irá yendo de la memoria. Y…La verdad, ya pueden comprobarlo, no me gustan los Obituarios. Aunque en los extraños eones del tiempo, hasta la muerte pueda morir.

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