La libertad suele ser un concepto, una creencia, que no te dejan practicar. La verdad suele ser algo de espaldas a la verosimilitud. El progreso debe ser el traerte de regreso a los miedos y las dudas. Igual que siempre, si uno comete una falta, la filípica condenatoria será delante de todos, para que aprendan quienes no la cometieron, para que no la piensen cometer. Ejemplo, Rafael Castaño, el viernes, hablando de libros, con las frases tópicas que todos sabemos, para enganchar en la lectura, decía que los únicos que suelen creer sus sinceros y desesperados mensajes son los que no los necesitan. Igual que los de la filípica. La prensa diaria indigna con sus conatos de asustar. Casi todos, conminatorios, que en esencia suenan, si usted cree en su libertad, del siguiente modo: No comas carne, no viajes, no tengas hijos, come insectos, paga impuestos, déjate robar, eres machista, eres racista, son casos aislados, déjate okupar, son sus costumbres, no te depiles, no opines, no hables, no mires, no pienses, no indagues, asústate más con los intentos de robos en los cajeros, en los bancos, no protestes en las colas, ni en la sanidad lenta y deficiente. Ni la cesta de la p…compra, ni…de la guerra que acaba de estallar, que los políticos son los responsables…Siempre.

No suelo escribir de política, ni de políticos. Los padecí durante cuarenta años. Y todos vienen de la estructura vertical del partido. Usted no entrará en una candidatura ni tomándosela en serio. Como no sea elevado por alguien. Son todos iguales. Todos. Luego le exigirán lealtad y negación de pensamiento propio. La paguita suele acolchar las conciencias.

Diógenes Arteche, filólogo y didacticista, así rezaba en su web, afirmaba que el drama de Internet es que ha alzado al mentecato de la villa al nivel de portador de la verdad. Y luego, como si nada aconsejaba votarle a él, con un partido que tras crearlo, según averiguó don Torio Santiponce, no tenía sino a tres o cuatro aburridos de todo. Así que me quedo con parodias de Garcilaso y algo de poesía morisca. Es más difícil escribir versos claros. Es más fácil comentar versos oscuros. Esto resuelve la cuestión Góngora, es aparentemente una libertad que me tomo. Igual que él.

A Don Francisco Antonio de Lorenzana, cardenal ilustrado y liturgista, le molestaba hasta el desconcierto que la gente apalease los olivos, que las mulas sustituyesen a los bueyes, y lloraba por ello…Su asaz feligresía no…Y…otro caso singular…Lope se obsesionó con Góngora, de tal manera que llegó a olvidar a Cervantes.

Estas son mis libertades. El mar no sirve si el pez va preso. La verdad suele ser como una suela de zapatilla que aspira a zapato.

Don Argimiro Mingorance, archipámpano de la tertulia, sostenía, vermú en ristre, que el Quijote no debería ser venerado porque Cide Hamete, filósofo mahomético, y el morisco aljamiado, confundían el burdel con los libros.

La libertad está en leer lo que a uno le plazca, ni más ni menos. La verdad, mientras no salga de tu boca, podrá existir. A toda vida le llega su San Martín y a todo quisque su final. Como postularon, Lesmes de Calahorra, Cosme Pajarote, Bartimo de Cordellate, Filondango Mocuseo, Magalón de Pestinaquis, Magurino Sarpentonio y Proculdobio Indudable…gente más perdidas que los propios partidos. La cultura es cucaracha para el político. Algo molesto contra el progreso, que no es otra cosa que tirar para atrás.

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