Muerte de un torero

El Alambique

20 de abril 2025 - 12:39

Serían las siete y pico de la tarde del Santo Sábado cuando al pasar por la esquina de Sierpes y Vicario lo vi sentado, descansando en aquel bar, su mano saludando al respetable, de toreras maneras me dio la bienvenida, sin alterar su gesto ni su pose sentada con la pierna avanzada, como esperando a tomar su carruaje camino de la Plaza. Nada raro noté, ni mal gesto, ni algún mal agüero, simplemente la impasible paz que siempre transmitía su rostro. Poco podía imaginar que ya avanzada la noche, un vecino me transmitiera el fatídico momento. Busqué confirmación, y un sinfín de condolencias en las redes me devolvió a una realidad que me negaba a aceptar, el Maestro había muerto, una mala cornada, de esa que nos da la vida sin esperarlas, una de esas cornadas que dan los mansos cuando nos despistamos, sin avisar, mortal, cruenta, de las que no perdonan.

Atrás quedaron los sueños, las promesas, los brindis al sol cuando nos cruzábamos, atrás queda la escuela, su Maestro, sus niños, su incasable e inquebrantable fe en un futuro que jamás quiso alcanzar. El Corazón, con mayúsculas, de Francisco se paró, se fue justo a pocas horas de la Resurrección, justo para ver desde el palco celestial de la Maestranza la primera corrida, sentado, como un señor, sin tener que ocupar algún pasillo de su Monumental Plaza del Puerto de Santa María, se nos fue el hombre, y aun así, siempre se quedará con nosotros el Pajarito, con nosotros se queda su inmortal sonrisa vestida de luces, si impasible gesto de mirada firme a los pitones de una vida que vivió con ilusión. Se nos quedan sus brindis, y sobre todo nuestro respeto, a pesar de las bromas y los gestos, se nos quedan sus palabras y su amor, ahora quedaran años para recordar las anécdotas, sus vivencias, sus encuentros con los grandes, que siempre supieron ver que el amor incondicional por nuestra Fiesta era más grande que el valor de muchos de sus admiradas figuras. Me quedé sin amigo con quien compartir un refresco en Vicario a medio día, sin amigo al que invitar en Mario´s, me quede sin embargo con su mirada, con su esencia, con el mito, con su leyenda… con su aprecio.

Mientras le escribo esto, me cuesta trabajo creerlo y me enfado con el presidente de este gran coso de la vida, llena de ganao, bueno y malo, él lo sabia mejor que yo, y cada día, con la suerte echada, salía a lidiar, sin miedo a esta plaza. Me enfado por esta última faena, me enfado por no haberme sentado con el cinco minutos en su última lidia, me enfado por lo injusta que a veces es esta vida… o no. Se nos ha ido Francisco Rodríguez Mateo, el hombre, ahora, nace el mito, Pajarito, grande por siempre, desde nuestra barrera recibimos tu último brindis al sol. Suerte Maestro.

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