Pablo-Manuel Durio

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El juego del nomenclátor

El PSOE respalda la propuesta del equipo de gobierno y la amplía eliminando la Alameda Apodaca y el Paseo Príncipe de Asturias y dando una oportunista calle a los obreros del metal

Cádiz como un monopoly en manos del Ayuntamiento. La historia de la ciudad reflejada en el callejero como moneda de cambio de acuerdos entre partidos. El cambio de nomenclátor como un cajón abierto donde todo cabe. Si la pasada semana pareciera que el equipo de gobierno había sufrido algún tipo desvarío con una propuesta alocada que compaginaba cambios de nombre vinculados al Franquismo con otros de difícil explicación y algunos más que carecían de sentido alguno, este lunes llegó el Partido Socialista no solo para refrendar lo que parecía producto de una insolación, sino que amplió la barra libre. Y de una veintena de cambios que anunciaba el equipo de gobierno el jueves de la pasada semana, ya vamos por la treintena el lunes, con el interrogante del número final que se elevará al Pleno el viernes.

El PSOE incluso sacó pecho de su pacto con el equipo de gobierno para aprobar esta revolución sin precedentes, y sin mucho criterio, en el callejero de la ciudad. Y eso a pesar de que PP y Ciudadanos pidieron en la reunión de la comisión dejar las propuestas de cambio sin efecto hasta que se cumpla el acuerdo de Pleno de octubre del año pasado (a propuesta, curiosamente, del propio grupo socialista) de elaborar una ordenanza específica que articule el proceso a seguir en los cambios de nombre de calles y edificios de titularidad municipal. Propuesta que tumbó con su voto el PSOE que, eso sí, reclama al equipo de gobierno que realice esa ordenanza que un año después ha evidenciado (con el apoyo de los propios socialistas) que no es necesaria para seguir cambiando nombres a diestro y siniestro.

La fórmula escogida tampoco escapa a la curiosidad. El PSOE presenta una enmienda de sustitución a la propuesta de cambios elevada por el equipo de gobierno; y Adelante Cádiz apoyará esa enmienda socialista que incluye todos los cambios iniciales y añade otros nuevos. De este modo, queda ya garantizado que todos los cambios saldrán adelante con los votos de los trece concejales del gobierno y los cinco del PSOE.

Así, si cambiar el nombre de Marqués de Comillas por Hermanas Carvia Bernal parece un atentado contra la historia de la ciudad, el grupo socialista completará ese cambio con la otra parte de la Alameda, que perderá el nombre de Apodaca por el de Clara Campoamor. O si la Viña quita el nombre de la Reina a una de sus plazas para dársela al chirigotero Manolo Santander, el PSOE impone que el Príncipe de Asturias pierda también el paseo (en el barrio de Astilleros) en favor del que fuera presidente de la asociación, Luis Arenal, militante socialista y padre de la socialista Raquel Arenal.

Además de esto, el PSOE enmienda algunos cambios de nombre. Almirante Vierna ya no llevará el nombre de María La Yerbabuena, que pasa a la trasera del Teatro Falla; y Ejército de África ya no será la calle Mariana Cornejo, sino Matrona Modesta Calvo, pasando la cantaora a llevar su nombre a la actual calle Higuera, en el barrio de Santa María. También cambian de calle La Petróleo y la Salvaora, que ya no rotularán la actual Porlier sino la religiosa San Nicolás, colindante con la iglesia de La Palma.

Este juego de nombres y azulejos en calles y plazas lo completa el PSOE con una propuesta que parece más oportunista que otra cosa; Proletariado del Metal llevará en el futuro la actual calle Ramón Franco, en el barrio de Loreto, como Avenida de la Sanidad Pública se rotuló cuando hubo que buscar nombre para la Juan Carlos I y coincidió con la pandemia.

Todos estos cambios lo justifican Adelante Cádiz y el PSOE tras su pacto en “retirar nombres relacionados con el Golpe de Estado de 1936, aumentar la presencia femenina en el nomenclátor y reconocer la lucha de los trabajadores del metal”.

Cuando más cordura necesitaba el gobierno de José María González, cuando el propio alcalde parecía regresar al terreno de la cordura proponiendo mediar en el conflicto del metal y no aplaudiendo a los piquetes y enfrentamientos, los socialistas parecen haberse contagiado de ese virus tan anómalo que hace bailar al Ayuntamiento entre lo ridículo y el esperpento.

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