La borrachera del procés

Probablemente estemos asistiendo al principal juicio de la democracia

No tengo más excusa que la falta de tiempo, lo reconozco. No estoy siguiendo el juicio del procés como hacen millones de españoles de ambos hemisferios pero al parecer está siendo un éxito mediático. Cada día encontramos una nueva noticia o curiosidad referida a las sesiones del juicio del Estado contra los que quisieron evadirse de la unidad nacional por la vía de facto de la autodeterminación. El éxito televisivo de un evento como el juicio del procés se mide en distintas magnitudes. Por un lado, las audiencias. En este supuesto es complicado conseguir datos fiables porque los clips o fragmentos que vemos en los telediarios y magacines se dispersan por la parrilla televisiva en todas las direcciones. Por otro lado, hay que cuantificar el impacto que tienen en las redes sociales. Aquí sí se aprecia el interés (tan español) que tenemos los españoles sobre la causa judicial contra los que se nos quisieron ir de España.

Hay multitud de vídeos virales, un ramillete de declaraciones y un rico anecdotario forense de un procedimiento penal como el que está enjuiciando el tribunal presidido por el juez Manuel Marchena, quien, por cierto, exhibe la paciencia del Santo Job a la vez que explica a todos los jóvenes jueces que comienzan a impartir justicia en juzgados de primera instancia y/o instrucción una master-class gratuita de cómo desenvolverse en sala con educación, amabilidad y prudencia.

Como decía, el juicio del procés está avituallando de vídeos y conocimientos a una pléyade de españoles, algunos de los cuales, además, tienen la desgracia de ser juristas. Así, la caterva de tuiteros jurídicos (jueces, LAJ, fiscales, abogados y procuradores) entre los que me incluyo, comentamos con mayor o menor gracejo no sólo el T.O.C. del menguante compañero jerezano o las paellas que se mete entre pucho y espalda otro valenciano, sino también los preciosos textos literarios de un fiscal baloncestista o las últimas novedades de una causa penal que quizá mantenga en la cárcel a esos políticos que se apellidan presos.

Las imágenes son infinitas: el meme de Torra saludando con Junqueras volviéndole la cara, la abogada defensora que no sabe los delitos que se imputan a su defendido, los testigos mitineros, las respuestas cagalistrosas del no tan chulo Rufián, la charla dogmática que Marchena dio a Joan Tardá, el ejercicio de disciplina de la fiscalía, el acoso nazi a la secretaria judicial que remedó a Spiderman para escapar de su juzgado, la propuesta de Rajoy de un falso referéndum o, la última hasta el momento, la solicitud de deducir testimonio contra un testigo alérgico a los rabitos de pasas, que ya se sabe que afinan la memoria.

Probablemente estemos asistiendo al principal juicio de la democracia, por no decir de nuestra historia. Se analizará hasta la extenuación y su desarrollo y sentencias serán estudiados en las facultades de Derecho de toda España. Eso sí, a estas alturas de la borrachera del procés, a los que amamos la justicia el resultado, como cantan las Brigadas Amarillas, casi que nos da ya igual.

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