Corría el lejano año de 2011, agosto, el treinta para ser mas exacto, gobernaba la ciudad Enrique Moresco, y se hundió, el vaporcito me refiero. No era un buque de porte, ni de nueva construcción, ni público, ni rentable, pero si entrañable. Con la ruina que suponía su mantenimiento, todos lloramos su perdida, menos los que se veían año tras año teniendo que suplicar subvenciones. Porque todos lo lloramos, pero ninguno lo cogíamos para ir a Cádiz. El Vaporcito, más presente en el Carnaval que en el transporte marítimo turístico se hundió sin remisión.

A los pocos años, llegarían las transmisiones a otras manos, el interés popular que pedía a el Ayuntamiento que no lo olvidara, y así, Moresco lo varó en dique seco, luciendo con su porte… ya pasadillo, con sus cuadernas pudriéndose al sol; De la Encina dejó que la maleza cubriera la reja que lo ocultaba de las miradas, y prometiendo sacarlo a flote dio palmadas en la espaldas a todos y cada uno de los que, privadamente, decidieron hacer algo; llegó Beardo y se ocupó del ayuntamiento, limpió el paseo del río, y entonces volvió a aparecer.

El Vaporcito errante, el que, desde sus viejas ventanas, deja asomar el reflejo del antiguo patrón, Pepe. Estos días he pasado por delante, carcomido, el vapor, un esperpéntico paisaje que da más miedo que pena. Un peligro que en las próximas lluvias puede desmoronarse. Un moribundo que merece el respeto de un último homenaje, con la conservación al algunas traviesas en el museo, y el llevarlo al mar para su último adiós.

Y es que, después de 12 años, un barco de madera, que cada temporada requiera mantenimiento para no pudrirse, no puede tener mejor aspecto. En su día el Ayuntamiento pudo comprarlo y restaurarlo, ahora bien, con que presupuesto, con que apoyo.

Los años siguientes, el que hacer con él era una patata caliente que nadie quería. Hoy, por respeto, y aunque duela, ni es restaurable ni es un negocio. Fue un vapor que llegó en los años de la exposición del 29 desde el norte, que hasta en tres ocasiones se modernizó, que fue el sustento de una familia. Un barco, al fin y al cabo, y que hoy, no existe, más allá de las canciones y homenajes que se le quiera hacer. Una página de nuestra historia que todos debemos pasar, y recordar, con el bello recuerdo de verlo surcar la bahía, porque, de seguir varado y podrido solo nos dejará un mal sabor de boca.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios