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Hace años no existían los perfiles falsos, pero era normal, no había Facebook y en todo caso existían los anónimos. Ello generaba que los cobardes preferían no dar la cara, y ello impedía que quienes ni sabían escribir se limitaran al bullying de barra de bar, normalmente amparado en el alcohol, que suele dar mucho valor, pero con una repercusión bastante ingrata.

Sin embargo los tiempos cambiaron, el valor que da el alcohol y las sombras ha generado una generación de acosadores, agitadores y falsos profetas que no tiene límites. Las víctimas, todos aquellos que estando en cargos criticables, porque es normal no estar de acuerdo con todo lo que hagan las personas que tienen la obligación de hacer, sufren el constante acoso de perfiles falsos, cuyos nombres, amén de rimbombantes suelen ser patéticos y ridículos. A ellos, agitadores per se, se unen algunos que no teniendo nada que perder, se juegan el tipo animándose al insulto fácil, total es más peligroso darle un beso a una tortuga que insultar al prójimo.

Todo ello tiene un doble efecto. El acosado, el objeto de bullying, suele pasar por una fase de sentirse una mierda, insultado en redes, desde fantoche a ladrón, de inútil a mamarracho… insultos alejados de la valoración legitima de sus actos, que pueden gustar, no gustar, ser considerados acertados o no, opiniones que nada tienen que ver con el contingente de insultos personales. El segundo efecto suele ser el crear una coraza de indiferencia, sobre todo cuando se ve que son más los que aprecian que los que insultan, y digo insultar, no criticar. El resultado final es que no sabemos qué ocurrirá cuando alguno de los acosados con menos espíritu acabe mal o acabe cogiendo en una esquina a quien se esconde, evitando unos cauces legales de denuncia que solo sirven a unos pocos privilegiados.

Son malos tiempos para la lírica, peores para los puños, pues es el tiempo de los cobardes, el tiempo de los perfiles falsos, el tiempo de los psudoprofetas, cercanos a los impertinentes borrachos de barra, color en los labios y rímel en los ojos. Tiempo de los valientes de pandereta que, curiosamente, mientras condenan un beso, insultan a la mujer defendiendo que un tío de pelo en pecho se sienta mujer y gane medallas de oro en olimpiadas. En fin, como decía, malos tiempos para la lírica y buenos para los bullying.

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