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La sociedad toma conciencia pública de los derechos humanos. Esta semana nos ha tocado a nosotras. En lo hondo de cada reclamación late el deseo de una justicia social que nos equipare en derechos y deberes porque desgraciadamente, dos tercios de los analfabetos del mundo son mujeres, dos tercios de los pobres del mundo son mujeres, en demasiados países se las priva de estudiar o las casan siendo niñas. La ignorancia se maneja mejor.

Las acciones que se han llevado a cabo en esta semana de actos extraordinarios deben de llevarnos a la reflexión sobre lo logrado por otras mujeres. Es difícil elegir. Son tantas que ocuparían todas nuestras páginas.

Repasando sus historias elijo a Clara Campoamor. Con diez años, la sacan del colegio para trabajar de modista con su madre. Años después consigue plaza de auxiliar de Telégrafos del Ministerio de la Gobernación. Vuelve a opositar sacando el primer puesto en el Ministerio de Instrucción Pública. Fue traductora y secretaria y se acerca a otras mujeres comprometidas. Se licenció en Derecho. Fue la primera en hablar en el Congreso. Luchó incansablemente por el voto femenino y por la abolición de la prostitución: “la prostitución reglamentada es absolutamente incompatible con la dignidad humana”. No dijo “dignidad de las mujeres”, sino “humana”. Incluyó la parte masculina.

Acabó decepcionada porque ella defendía el voto femenino y otras mujeres cercanas, no. En la Guerra, tuvo que exiliarse. ¿Podemos suponer su tristeza?

En otros campos no podemos olvidarnos de los logros de María Zambrano; de las filósofas Adela Cortina y Victoria Camps; de escritoras como Ana María Matute. Un sinfín de mujeres trabajadoras de las que aprender, que reclaman no caer en el olvido.

No quiero olvidar a las señoras que trabajan, ni de las que lo hacen sin sueldo, en sus casas. Nunca serán famosas ni reconocidas, sin embargo, son imprescindibles para el cuidado de sus hijos y sus mayores.

Valoremos siempre a esas personas que desde la familia, o desde cualquier asociación o partido, trabajan por mejorar la sociedad. Las que exponen sus criterios con sabiduría y respeto. Sin gritos, ordinarieces ni descalificaciones.

La sociedad reclama mejores modelos públicos. Especialmente los más jóvenes.

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