Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

La sociedad toma conciencia pública de los derechos humanos. Esta semana nos ha tocado a nosotras. En lo hondo de cada reclamación late el deseo de una justicia social que nos equipare en derechos y deberes porque desgraciadamente, dos tercios de los analfabetos del mundo son mujeres, dos tercios de los pobres del mundo son mujeres, en demasiados países se las priva de estudiar o las casan siendo niñas. La ignorancia se maneja mejor.

Las acciones que se han llevado a cabo en esta semana de actos extraordinarios deben de llevarnos a la reflexión sobre lo logrado por otras mujeres. Es difícil elegir. Son tantas que ocuparían todas nuestras páginas.

Repasando sus historias elijo a Clara Campoamor. Con diez años, la sacan del colegio para trabajar de modista con su madre. Años después consigue plaza de auxiliar de Telégrafos del Ministerio de la Gobernación. Vuelve a opositar sacando el primer puesto en el Ministerio de Instrucción Pública. Fue traductora y secretaria y se acerca a otras mujeres comprometidas. Se licenció en Derecho. Fue la primera en hablar en el Congreso. Luchó incansablemente por el voto femenino y por la abolición de la prostitución: “la prostitución reglamentada es absolutamente incompatible con la dignidad humana”. No dijo “dignidad de las mujeres”, sino “humana”. Incluyó la parte masculina.

Acabó decepcionada porque ella defendía el voto femenino y otras mujeres cercanas, no. En la Guerra, tuvo que exiliarse. ¿Podemos suponer su tristeza?

En otros campos no podemos olvidarnos de los logros de María Zambrano; de las filósofas Adela Cortina y Victoria Camps; de escritoras como Ana María Matute. Un sinfín de mujeres trabajadoras de las que aprender, que reclaman no caer en el olvido.

No quiero olvidar a las señoras que trabajan, ni de las que lo hacen sin sueldo, en sus casas. Nunca serán famosas ni reconocidas, sin embargo, son imprescindibles para el cuidado de sus hijos y sus mayores.

Valoremos siempre a esas personas que desde la familia, o desde cualquier asociación o partido, trabajan por mejorar la sociedad. Las que exponen sus criterios con sabiduría y respeto. Sin gritos, ordinarieces ni descalificaciones.

La sociedad reclama mejores modelos públicos. Especialmente los más jóvenes.

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